La Espera
Publicado: Dom, 24 Oct 2021 12:44
Tengo un amigo que a veces me despierta con su filosofía de vida. Suele dejarme ojiplatica con su poesía lingüística. Un ejemplo:
"La vejez, desde el punto de vista de la lingüística, supone una debilitación de las estructuras sintácticas, debido al aumento de la carga semántica. Es decir ( y aquí le noto que se va poniendo en plan profesor), en la vejez, es un joven más viejo que yo, somos más significado que significante. Por lo tanto la muerte, supone la desaparición del significante, y la liberación del significado".
Cosas así a las 6:00 a.m. no son sanas, Jaime. Porque llega el frío abrazo de la mañana con sus legiones de espectros luminosos y la noche, saciada, se retira a su alcoba.
Y es que, mi querido amigo, desde hace cuatro años vivo esperando.
Espero a mi vecina del quinto que a las siete de la mañana sacude las nueve alfombras de su casa, una detrás de otra, sin descanso. El ruido seco de las sacudidas traspasa las paredes de mi habitación provocándome un sobresalto tal, que en una milésima de segundo mi cuerpo se incorpora como un cepo ante una pata de liebre. Oigo cada golpe, tres por alfombra, ni uno más ni uno menos. Cuento cada uno de ellos esperando el silencio, como el dolor a la muerte. El polvo camina por el aire como hormigas en comitiva de boda poblando mis solitarios sueños de pelusas, migas y pelos de gato. Después ya es imposible conciliar el sueño, con los dientes presionados soporto las últimas sacudidas reprimiendo abalanzarme hacia la ventana y expulsar sobre el patio toda mi rabia.
Espero a mi vecina del primero a las doce de la noche. Sus gritos histéricos, como viento huracanado, rompen el silencio de las estrellas atropellándose unos contra otros. Justo cuando mis ojos comienzan a languidecer y las letras del libro se difuminan por oleadas, ella comienza su monólogo de insultos. La duración aproximada es de diez extenuantes minutos, durante los cuales parece que una lanza afilada traspasara mis sienes logrando comunicarlas entre si.
La imagino escupiendo balas de saliva por su boca maloliente, mientras su abuela acobardada intenta calmarla. Con la mirada fija en la pared imagino que mi cama cae sobre su cabeza, esparciendo sus sesos por el suelo. Pero su voz se salva y sus gritos vagan sonámbulos por el edificio.
Espero a mis vecinos del cuarto los sábados. La música atronador desde las diez de la noche avisa que comienza el desenfreno, intenso y loco, del fin de semana. Sus desafinadas voces resuenan acompañando los ya ingratos sonidos que se aplastan contra mi cerebro. A veces, cualquier elemento de la casa les sirve de percusión y permanecen sus golpes, desacompasados, como ecos de la peor de las tormentas.
El volumen va ascendiendo a medida que se acerca la hora prodigiosa de partir a sus citas con el mundo de la noche. Después se hace un silencio irreal, porque en mi cabeza siguen resonando intactos los últimos acordes.
Me consuelo esperando el tranquilo domingo, el famoso día del descanso divino, rogando casi devotamente a un dios, el que sea, que ninguna chica caiga en sus telarañas del amor, y que sus maltratados cuerpos permanezcan inertes las veinticuatro horas siguientes. Un domingo de amores beodos y delirantes sería insoportable para mis castigados oídos, para mi lastimada sensibilidad y para mi resquebrajada paciencia.
Espero y sueño con el día que he señalado en el calendario, el 24 de agosto, festividad de San Bartolomé de Matanza. Ni un gemido, ni una percusión, ni una sacudida de alfombra, ni un grito, en el silencio, enturbiarán más la paz de mis días.
Te juro, Jaime, que no desespero gracias a tus palabras de ánimo, excepto cuando me hablas de significantes y significados a ciertas horas de la mañana, cuando el horno no está para bollos.
Por último, para corresponder con tu hermosa amistad, yo te pregunto:
¿Qué es la vida?
¿Quizás la salida de un laberinto de cuyo centro huimos, o quizás la solución a un completísimo problema matemático, quién sabe si un instante de reposo tras una angustiosa pesadilla, o simplemente la interpretación comprensible de una hermosa metáfora?
Ahí queda eso, querido amigo. Ahora te toca a ti pensar.
"La vejez, desde el punto de vista de la lingüística, supone una debilitación de las estructuras sintácticas, debido al aumento de la carga semántica. Es decir ( y aquí le noto que se va poniendo en plan profesor), en la vejez, es un joven más viejo que yo, somos más significado que significante. Por lo tanto la muerte, supone la desaparición del significante, y la liberación del significado".
Cosas así a las 6:00 a.m. no son sanas, Jaime. Porque llega el frío abrazo de la mañana con sus legiones de espectros luminosos y la noche, saciada, se retira a su alcoba.
Y es que, mi querido amigo, desde hace cuatro años vivo esperando.
Espero a mi vecina del quinto que a las siete de la mañana sacude las nueve alfombras de su casa, una detrás de otra, sin descanso. El ruido seco de las sacudidas traspasa las paredes de mi habitación provocándome un sobresalto tal, que en una milésima de segundo mi cuerpo se incorpora como un cepo ante una pata de liebre. Oigo cada golpe, tres por alfombra, ni uno más ni uno menos. Cuento cada uno de ellos esperando el silencio, como el dolor a la muerte. El polvo camina por el aire como hormigas en comitiva de boda poblando mis solitarios sueños de pelusas, migas y pelos de gato. Después ya es imposible conciliar el sueño, con los dientes presionados soporto las últimas sacudidas reprimiendo abalanzarme hacia la ventana y expulsar sobre el patio toda mi rabia.
Espero a mi vecina del primero a las doce de la noche. Sus gritos histéricos, como viento huracanado, rompen el silencio de las estrellas atropellándose unos contra otros. Justo cuando mis ojos comienzan a languidecer y las letras del libro se difuminan por oleadas, ella comienza su monólogo de insultos. La duración aproximada es de diez extenuantes minutos, durante los cuales parece que una lanza afilada traspasara mis sienes logrando comunicarlas entre si.
La imagino escupiendo balas de saliva por su boca maloliente, mientras su abuela acobardada intenta calmarla. Con la mirada fija en la pared imagino que mi cama cae sobre su cabeza, esparciendo sus sesos por el suelo. Pero su voz se salva y sus gritos vagan sonámbulos por el edificio.
Espero a mis vecinos del cuarto los sábados. La música atronador desde las diez de la noche avisa que comienza el desenfreno, intenso y loco, del fin de semana. Sus desafinadas voces resuenan acompañando los ya ingratos sonidos que se aplastan contra mi cerebro. A veces, cualquier elemento de la casa les sirve de percusión y permanecen sus golpes, desacompasados, como ecos de la peor de las tormentas.
El volumen va ascendiendo a medida que se acerca la hora prodigiosa de partir a sus citas con el mundo de la noche. Después se hace un silencio irreal, porque en mi cabeza siguen resonando intactos los últimos acordes.
Me consuelo esperando el tranquilo domingo, el famoso día del descanso divino, rogando casi devotamente a un dios, el que sea, que ninguna chica caiga en sus telarañas del amor, y que sus maltratados cuerpos permanezcan inertes las veinticuatro horas siguientes. Un domingo de amores beodos y delirantes sería insoportable para mis castigados oídos, para mi lastimada sensibilidad y para mi resquebrajada paciencia.
Espero y sueño con el día que he señalado en el calendario, el 24 de agosto, festividad de San Bartolomé de Matanza. Ni un gemido, ni una percusión, ni una sacudida de alfombra, ni un grito, en el silencio, enturbiarán más la paz de mis días.
Te juro, Jaime, que no desespero gracias a tus palabras de ánimo, excepto cuando me hablas de significantes y significados a ciertas horas de la mañana, cuando el horno no está para bollos.
Por último, para corresponder con tu hermosa amistad, yo te pregunto:
¿Qué es la vida?
¿Quizás la salida de un laberinto de cuyo centro huimos, o quizás la solución a un completísimo problema matemático, quién sabe si un instante de reposo tras una angustiosa pesadilla, o simplemente la interpretación comprensible de una hermosa metáfora?
Ahí queda eso, querido amigo. Ahora te toca a ti pensar.