Manantial de palabras.

[Alfonso Alfaro]

He notado tu recuerdo dos horas seguidas. Además, para colmo de males, sin pensármelo dos veces, he buscado tus huecos, y al ser tantos, podría elegirlos por matices, colores, estelas. Lo que siento no está inmerso en la escritura, sino en el palabreo. Lo que se siente ya uno lo sospecha. Abro las palabras para capturar tu sabor. Mi boca besa el frescor de tu sombra y el suave roce me lleva a cuando lo único que deseo es que la eternidad sea mentira.
De pronto mi mente se queda sin paisaje, pareciera entonces que el pensamiento dejase en suspenso sus razones y siento una corriente abriéndose al mar que oyen mis oídos. La siento a ramalazos. Qué importa si viene del norte o del oeste, para saber que existe debo darle forma. Con el riachuelo que va hacia el mar viene la nostalgia que visto con tu nombre. La flor del agua crece alrededor de la fría cintura de las calles que piso. Al caminar voy deshojando lentamente esa rosa callada, tan despacio como el latir nublado de tu mirada. Instalado en la niebla pienso que si mi vida vale lo que pienso, mejor será dártela con palabras que digan cómo me siento.
Caminar es un duro salto entre el vacío de los charcos. La lluvia es una mirada lejana cargada de arena, tan silenciosa como dibujar recuerdos sobre las fachadas. Es fácil creer que el agua se detiene aquí y continúa bajo el empedrado de las calles, pero queda suspendida en el aire. Sus gotas consumen la sed de mis labios y abren un cauce hacia el infinito río de tus manos. Ahora recuerdo que cuando te tuve entre las mías era extraña la vida porque podía herirme con lo que deseaba si al fin lo poseía. O al revés, podía curarme con tu abrazo, como si un relámpago tomase la luz, el aire, el sol, la brisa, el mar, como quien toma la eternidad sabiendo que vuelve al punto de partida.
Bastaría con esta observación. Pero he mentido tantas veces por no desesperarme que concebí su nacimiento. Quizás inventar un manantial es de lo más sencillo que a mi vida le puede suceder ahora mismo. Quizás que no lo cerquen las malezas ni mengüe cada vez que de él bebo, me baste, a mí, que quiero no echar de menos nada, si no ¿por qué iba yo a venir tantas veces a él, a beber de sus aguas? Tu herida ha crecido en forma de acequia porque lo que queda es bañarme, esparciéndome como si fueses un barro duro en mis ansias. Algo así como si estar sediento no cupiese ya en la boca. Y se bebe y se bebe, lo que sea, a estas alturas se bebe lo que sea.
Me llena y todo lo que soy él lo hace posible en mí, casi diría que así es siempre el trato ente tú y yo, firme a base de renuncias, un amor de lo más sencillo, imprescindible para sentirse bien, de los que uno tiene como un privilegio. Y si por un mal ángel me faltara la sed, me diera por tirarla por la borda del alma. ¡¡Ya puedo empezar a temblar!!

[Hallie Hernández Alfaro]

El recuerdo en todas sus formas, en el vacío de sus atrios, en la palabra que llega a la corriente de heladas aguas.
Me impresiona mucho la introducción del poema, es como en todos tus trabajos, una declaración firme y rabiosamente bella.
Las emociones inventando la sed, descartando segundos congelados, vapor de manantiales.
Aquí el centro desborda y ramifica sentidos; toca fibras, las envuelve, las convierte en onda.
El final es tremendamente hermoso, se acerca a la tierra y vuelve al aire en su vuelo de pequeñas y diáfanas identidades.

Gracias por tu aportación, querido Alfonso.
Abrazo gigante y bienestar a montones.

[Alonso Vicent]

Un manantial de palabras que transforma el relato en una estupenda prosa poética.
Un placer leerla entre un paisaje de encuentros y formas que se hacen presentes con solo nombrarlas.
Un abrazo, Alfonso.