La triste realidad de la utopía
Publicado: Vie, 03 Sep 2021 22:45
A veces hay que destruir la nostalgia,
aparcar a un lado la locura,
dejar pasar una visita al psicólogo sin acudir,
encender una vela en la oscuridad de la madrugada,
tumbarse con los brazos cruzados bajo la cabeza,
como una simple almohada,
y dejar que los sueños fluyan
con los ojos abiertos
y la sensación de que no se está obligado a madrugar.
Es la libertad, la frescura,
el querer hacer lo que uno desea,
sin dar,
sin que te pidan explicaciones por nada.
Es gatear como si aún se fuera niño,
pelear contra la almohada
siendo siempre el ganador.
Es sentir como atamos a la luna en un lance de rodeo,
como el cielo se adapta a nuestra sensación;
sentir que el colchón es un mar en calma,
la sábana una colchoneta de playa
y la habitación una isla paradisíaca y desierta.
Es ese cuento de hadas y duendes
que nos arranca una sonrisa de felicidad,
nos eriza la piel y salpica nuestro ego
para sentirnos dioses,
héroes,
reyes de nuestro propio reino.
Pero nada es real, todo es utopía.
No hay jardines encantados,
islas paradisíacas;
las hadas y los duendes siguen sin acordarse de nosotros,
el colchón no es ningún mar en calma,
los riñones siguen siendo un hándicap ante el sueño,
no existe luna alguna,
en el exterior sigue lloviendo torrencialmente,
y la gotera sobre la mesilla aún está por reparar.
Que faltan seis días para finalizar el mes,
que la cuenta está en números rojos
y que la cartera está agrietada y vacía,
es la realidad que me obliga a no poder dormir,
a calentarme de más la cabeza,
y a pensar, que la vida,
para algunos,
es toda una pesadilla.
Hoy me han cortado la luz,
ya no tengo más velas,
y ésta, está casi gastada.
aparcar a un lado la locura,
dejar pasar una visita al psicólogo sin acudir,
encender una vela en la oscuridad de la madrugada,
tumbarse con los brazos cruzados bajo la cabeza,
como una simple almohada,
y dejar que los sueños fluyan
con los ojos abiertos
y la sensación de que no se está obligado a madrugar.
Es la libertad, la frescura,
el querer hacer lo que uno desea,
sin dar,
sin que te pidan explicaciones por nada.
Es gatear como si aún se fuera niño,
pelear contra la almohada
siendo siempre el ganador.
Es sentir como atamos a la luna en un lance de rodeo,
como el cielo se adapta a nuestra sensación;
sentir que el colchón es un mar en calma,
la sábana una colchoneta de playa
y la habitación una isla paradisíaca y desierta.
Es ese cuento de hadas y duendes
que nos arranca una sonrisa de felicidad,
nos eriza la piel y salpica nuestro ego
para sentirnos dioses,
héroes,
reyes de nuestro propio reino.
Pero nada es real, todo es utopía.
No hay jardines encantados,
islas paradisíacas;
las hadas y los duendes siguen sin acordarse de nosotros,
el colchón no es ningún mar en calma,
los riñones siguen siendo un hándicap ante el sueño,
no existe luna alguna,
en el exterior sigue lloviendo torrencialmente,
y la gotera sobre la mesilla aún está por reparar.
Que faltan seis días para finalizar el mes,
que la cuenta está en números rojos
y que la cartera está agrietada y vacía,
es la realidad que me obliga a no poder dormir,
a calentarme de más la cabeza,
y a pensar, que la vida,
para algunos,
es toda una pesadilla.
Hoy me han cortado la luz,
ya no tengo más velas,
y ésta, está casi gastada.