Esperando el momento
Publicado: Mar, 13 Jul 2021 0:03
Una aguda pesadumbre recorre la anatomía
de mi cuerpo cuando encuentra en sus pliegues
todas las heridas que le ha infligido el tiempo,
y aunque no quiere resignarse y en impostor
se convierte, resulta inútil, el espejo lo descubre
y ante la realidad ineludible a su mentira renuncia.
Aún así, siempre abro las ventanas del pasado
para escuchar los gritos de un niño y su sonrisa
que aún huelen a pan recién cocido y a ternura
que se despierta con la voz serena de la madre,
o en los brazos recios del padre protegiéndolo.
Y entonces todo queda suspendido en el aura
azul de la infancia, como un horizonte cercano
que al misterio recóndito de la vida persigue
y regresan otra vez los gorriones para anidar
de nuevo en la cornisa de los sueños y la palabra
huye en busca de la luz, pero sólo encuentra
un silencio umbrío acomodado entre antiguas
consignas desgastadas por la carcoma de los años
y periódicos anticuados donde en su reverso
aparece la crónica de una muerte presentida.
Quito la herrumbre de sus páginas, doblo su mortaja,
para que el aire se renueve y se adentre un soplo
de futuro con esa impaciencia de un mar en celo
que anhela abrazarse a un cuerpo desnudo de mujer,
pero hay náufragos de tierra adentro que jamás
les durmieron con arrullos de sirena y aún esperan
ávidos ese momento en el próximo crepúsculo
de mi cuerpo cuando encuentra en sus pliegues
todas las heridas que le ha infligido el tiempo,
y aunque no quiere resignarse y en impostor
se convierte, resulta inútil, el espejo lo descubre
y ante la realidad ineludible a su mentira renuncia.
Aún así, siempre abro las ventanas del pasado
para escuchar los gritos de un niño y su sonrisa
que aún huelen a pan recién cocido y a ternura
que se despierta con la voz serena de la madre,
o en los brazos recios del padre protegiéndolo.
Y entonces todo queda suspendido en el aura
azul de la infancia, como un horizonte cercano
que al misterio recóndito de la vida persigue
y regresan otra vez los gorriones para anidar
de nuevo en la cornisa de los sueños y la palabra
huye en busca de la luz, pero sólo encuentra
un silencio umbrío acomodado entre antiguas
consignas desgastadas por la carcoma de los años
y periódicos anticuados donde en su reverso
aparece la crónica de una muerte presentida.
Quito la herrumbre de sus páginas, doblo su mortaja,
para que el aire se renueve y se adentre un soplo
de futuro con esa impaciencia de un mar en celo
que anhela abrazarse a un cuerpo desnudo de mujer,
pero hay náufragos de tierra adentro que jamás
les durmieron con arrullos de sirena y aún esperan
ávidos ese momento en el próximo crepúsculo