Editorial Alaire

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 06 Jun 2021 9:48 VEJEZ


Tengo los ojos pobres de juventud.
La vejez se extiende por estos páramos y no consigue añadir rumores al crepúsculo.
Tengo la suavidad de las águilas, el dolor de los bosques, la espuma de la necesidad rebelde.
Colecciono argumentos o solo esquemas, ideas que germinan entre las piedras de mis labios.
Ya no me apasiona la incertidumbre, ya solo canto a algunas diosas, ya se extingue el hueso que antes pareciera amor.
Por las praderas de mis sueños galopa un caballo que no sabe reír. El llanto acosa mis palmeras, en la pasión se diluye un azúcar de sabor omnisciente. Pero ya todo es hermoso o yo quiero asesinar a los escorpiones del miedo.
Antes, cuando la claridad me miraba de frente, conseguí el respeto de la retama y de los incomprendidos. Ahora, no.
No recuerdo la grasa de las ferreterías ni la sangre vertida en defensa de los tesoros de este mundo. No recuerdo mi nombre, pero estoy.
La mutilación de mi estatua me impide apartar de mí las moscas que gritan. Los pájaros se aferran a mis pupilas para no morir de ignorancia. Me eluden los niños y los arciprestes.
¿Cuánto resistirá todavía esta lágrima que no se decide a rodar por mi mejilla?

Ramón Carballal escribió: ↑Dom, 06 Jun 2021 10:33 Un lujo leer este texto intimista, hermoso y lúcido. Felicidades por él y gracias por publicarlo. Abrazos.

Ventura Morón escribió: ↑Dom, 06 Jun 2021 11:27 Una obra que sacude el corazón, concebida con una enorme belleza, plena de significado y de verdad.
Es una maravilla tener acceso a ella. Me congratulo de que este aquí, un gran placer leerte querido amigo

Pilar Morte escribió: ↑Dom, 06 Jun 2021 11:51 Muy buen poema. Un despliegue de aciertos plasmados con inteligencia y belleza. Felicidades.
Abrazos

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 06 Jun 2021 9:48 VEJEZ


Tengo los ojos pobres de juventud.
La vejez se extiende por estos páramos y no consigue añadir rumores al crepúsculo.
Tengo la suavidad de las águilas, el dolor de los bosques, la espuma de la necesidad rebelde.
Colecciono argumentos o solo esquemas, ideas que germinan entre las piedras de mis labios.
Ya no me apasiona la incertidumbre, ya solo canto a algunas diosas, ya se extingue el hueso que antes pareciera amor.
Por las praderas de mis sueños galopa un caballo que no sabe reír. El llanto acosa mis palmeras, en la pasión se diluye un azúcar de sabor omnisciente. Pero ya todo es hermoso o yo quiero asesinar a los escorpiones del miedo.
Antes, cuando la claridad me miraba de frente, conseguí el respeto de la retama y de los incomprendidos. Ahora, no.
No recuerdo la grasa de las ferreterías ni la sangre vertida en defensa de los tesoros de este mundo. No recuerdo mi nombre, pero estoy.
La mutilación de mi estatua me impide apartar de mí las moscas que gritan. Los pájaros se aferran a mis pupilas para no morir de ignorancia. Me eluden los niños y los arciprestes.
¿Cuánto resistirá todavía esta lágrima que no se decide a rodar por mi mejilla?