Querido Rufus
Publicado: Mié, 05 May 2021 12:00
Querido Rufus:
Tu pelo es de fuego y tus ojos se parecen a mí, sin embargo, no hemos coincidido en ver y no culpo a nadie por esta desavenencia o sabiduría del tiempo. Hoy me encontré con una simple moraleja que me dejó pensando en ti. Trata de dos amigos cuando encontraron su primer conflicto. En medio del acaloramiento, el uno pegó una bofetada al otro, pero eran niños, y volvieron a jugar.
Años después, mientras se bañaban en el río, aquel amigo que recibió la bofetada se estaba ahogando y el otro hizo todo cuanto pudo y lo trajo a salvo a una gran piedra. Cuando llegaron a la orilla el amigo que fue abofeteado y después salvo por el otro, se afanó en escribir sobre la húmeda tierra: “hoy mi amigo me pegó en la cara”, y de seguido fue a su mochila y sacó un cuchillo y esculpió sobre un peñasco cercano: “hoy mi amigo me salvó la vida”.
Este no es el caso con nosotros, Rufus. Cuando éramos niños, tú vivías en un mundo erigido de historia. En el año en que yo nací se formó una isla, la historia era un barco cuyo naufragio en el hábitat del mar, nos guardaba para este día en que has querido dominarme.
Esta quizás no sea una moraleja fácil ni recordable. Tus hirientes palabras tatuaron mi corazón: “Rufus” y todavía con gran dolor, ante mi negativa, te ceñiste las manos alrededor de la boca y con gran voz gritaste a los cuatro vientos que yo era una salvaje. Ese fue nuestro primer conflicto. El viento se llevó muchas cosas que no sabes de mi. En tu ciudad renombrada, buscas hacerte de un nombre propio. Eso no es conflictivo para mi, Rufus. Pero cuando en Roma, si yo fuere, no me veras hablándole a tus estatuas, voy a buscarte a ti en cuanto estuviera vivo lo que sea que sea que te hizo querer desfigurar mi corazón salvaje. Pues ya, dándome cuenta que soy otra experiencia en el tiempo, no voy a hacer graffiti en tus paredes, ni voy a escupir tu salvación ni tu condena. Si es que a Roma fuere.
Como ves, Rufus, te quiero. Si yo fuera tan salvaje y buscapleitos como me vomitaste en la cara, te habría enviado a Nínive porque yo soy del mar y así es como se mecen los orígenes y el hábitat de la ballena grande. Tú sabes lo demás, la Tierra es toda tuya.
E. R. Aristy
Tu pelo es de fuego y tus ojos se parecen a mí, sin embargo, no hemos coincidido en ver y no culpo a nadie por esta desavenencia o sabiduría del tiempo. Hoy me encontré con una simple moraleja que me dejó pensando en ti. Trata de dos amigos cuando encontraron su primer conflicto. En medio del acaloramiento, el uno pegó una bofetada al otro, pero eran niños, y volvieron a jugar.
Años después, mientras se bañaban en el río, aquel amigo que recibió la bofetada se estaba ahogando y el otro hizo todo cuanto pudo y lo trajo a salvo a una gran piedra. Cuando llegaron a la orilla el amigo que fue abofeteado y después salvo por el otro, se afanó en escribir sobre la húmeda tierra: “hoy mi amigo me pegó en la cara”, y de seguido fue a su mochila y sacó un cuchillo y esculpió sobre un peñasco cercano: “hoy mi amigo me salvó la vida”.
Este no es el caso con nosotros, Rufus. Cuando éramos niños, tú vivías en un mundo erigido de historia. En el año en que yo nací se formó una isla, la historia era un barco cuyo naufragio en el hábitat del mar, nos guardaba para este día en que has querido dominarme.
Esta quizás no sea una moraleja fácil ni recordable. Tus hirientes palabras tatuaron mi corazón: “Rufus” y todavía con gran dolor, ante mi negativa, te ceñiste las manos alrededor de la boca y con gran voz gritaste a los cuatro vientos que yo era una salvaje. Ese fue nuestro primer conflicto. El viento se llevó muchas cosas que no sabes de mi. En tu ciudad renombrada, buscas hacerte de un nombre propio. Eso no es conflictivo para mi, Rufus. Pero cuando en Roma, si yo fuere, no me veras hablándole a tus estatuas, voy a buscarte a ti en cuanto estuviera vivo lo que sea que sea que te hizo querer desfigurar mi corazón salvaje. Pues ya, dándome cuenta que soy otra experiencia en el tiempo, no voy a hacer graffiti en tus paredes, ni voy a escupir tu salvación ni tu condena. Si es que a Roma fuere.
Como ves, Rufus, te quiero. Si yo fuera tan salvaje y buscapleitos como me vomitaste en la cara, te habría enviado a Nínive porque yo soy del mar y así es como se mecen los orígenes y el hábitat de la ballena grande. Tú sabes lo demás, la Tierra es toda tuya.
E. R. Aristy