Pequeña Serenata Nocturna. Dorothea Tanning
Publicado: Mar, 09 Mar 2021 15:29
no encontraremos la alegre música de Mozart,
aquí, se pasó del alegro inicial, del andante y del minueto,
aquí, el rondó final se nos muestra irónicamente siniestro.
Al transitar los pasillos de la noche en una segunda planta
de hotel, se suele llegar hasta el inconsciente de las cosas,
donde -siempre- nos aguarda lo desconocido,
nuestros temores parecen estar allí mucho más despiertos,
las puertas parecen adivinarlo y se elevan
hasta casi tocar los cielos,
así es el hambre de respuestas de los niños
en este pequeño alojamiento en el que se hospedan.
La niña rubia no es lo que parece a simple vista,
hay que observarla por los menos un par de veces.
La muñeca rubia no está tomando el sol, aunque lo parezca
convertida en el juego de la infancia en nuestro alter ego,
ha presentado una dura batalla,
-semidesnuda y maltrecha como cualquier muñeca
que se ha entregado mucho-, conserva en su mano
un único pétalo del girasol gigante, contra
el que ha peleado a vida o muerte,
está agotada o quizás ya muerta
y por siempre quedará abandonada a su suerte.
Es un tiempo demasiado breve el de la niñez
para ella, sin embargo, será siempre recordada,
intacta en la memoria de lo amado.
El girasol; esa flor cuyo significado secreto
según explican las floristas es: vida y amor
se ha hecho enorme de la mañana
a la noche - como por arte de magia -, ayer,
apenas sí existía, la vida no tenía ninguna otra
interpretación extraña y perturbable
y sin embargo, ahora nos electrifica los cabellos
alguna clase de corriente conturbadora, que
aún no entendemos y nos electrifica todo el cuerpo.
La niña está preparada ya para la lucha,
su ropa rota y desordenada en su cuerpo la delata,
su puño cerrado y anhelante presiente la disputa,
hoy, mañana quizás o en breve, deberá pelear
de nuevo, para dejar atrás todos sus miedos,
seguir sus anhelos más ocultos, intentar comulgar
con sus ansias y deseos más profundos
y aunque el girasol ha dejado ya de respirar moribundo,
yaciendo en la moqueta roja como el vino,
otra puerta parece entre abrirse premonitoria
para entablar muchas más contiendas venideras.
Vivir será ir abriendo puertas invisibles,
arrebatarle a las flores nuevos pétalos,
aspirar sus desconocidos perfumes,
abandonar los sueños olvidados de la infancia
en pasillos sinuosos, lúgubres y febriles,
convivir con nuevos horizontes oníricos,
descubrir paso a paso los frutos donados por la tierra.