Por la calle la amargura...
Publicado: Sab, 06 Mar 2021 0:50
Caminas por la calle la amargura
-tratando de hacer migas con tu esposa-
destino a ya quisieras saber dónde…
En un principio intentas dominarte,
pero ni en un principio lo consigues,
ni en realidad te importa mucho a estas alturas;
lo cierto es que ante el primer mal seno bien presentado
que se te cruza a menos de cinco metros,
pierdes la compostura, si la tuvieras,
e irremediablemente te pilla el guardia;
de novios le sentaba como un tiro:
-“Eres un indecente. Vete a la mierda…”
qué poco sabe el tiempo de poesía,
sólo han pasado veinte años, que es nada según el tango,
y hoy no es ya que no le importe ni una mierda a dónde mires,
es que sólo ve un mindundi donde entonces un John Rambo.
(Desengáñate amigo, nos pasa a todos,
si no es por unas, por otras,
la vida siempre te acaba poniendo a merced del toro,
tú corre hasta que revientes, que ese te pilla
-si no más pronto más tarde, pero te pilla-
y te hunde el cuerno hasta el hueso sin miramientos;
el matrimonio es el fruto de un pacto secreto
que perpetraron de noche el infierno y el cielo
para probar la paciencia de todo buen mártir).
Ella devora las series de Netflix,
tú no desprecias a solas un rato de porno
ni un trago largo a deshoras.
Suele decirte a menudo que ya no la mimas,
que en tu compaña dormir es velar y que roncas
como si dentro tuvieras gorrinos y bueyes;
dice que siempre que orinas salpicas la taza,
que tus gallumbos se tienen de pie por sí solos,
que tus uñacos son garfios, tu ombligo la selva,
pero con todo y con eso, joder…
¡¡¡que te quiere!!!
Sabes muy bien, sin que nadie te lo haya contado,
que con frecuencia se goza,
que la vecina se ducha a las diez menos cuarto
y que a tu Atleti el merengue le da cagaleras;
sabes que estás condenado,
pero pagar la condena te pone cachondo
como a Torrente de España un buen par de pajillas.
Caminas por la calle la amargura
tratando de poner puertas al campo;
ella sospecha que la cornamentas,
tú sólo sufres cuando no hay cerveza,
cuando el Corsa se pone cascarrabias
o cuando al wifi se le van los pulsos;
y así se van los años, uno a uno,
sin nada entre las manos y con todo por ser hecho;
a ver si de una vez la lotería
te saca de esta cárcel sin barrotes.
Los hijos ya te imaginas,
con ellos lo convenido, no le eches cuentas,
cuidarles los chiquillos y sacarles de los líos
a cambio de un mal beso por tu santo,
un par de calzoncillos,
y luego un si te he visto no me acuerdo.
De un tiempo para acá, con tantos adelantos
y estas pandemias secuestrando viejos,
te dicen (y se quedan tan a gusto):
-“Papa, hazme un bizum,
que estoy en un apuro que te cagas,
pero oye, sin abrazos, que son tiempos de distancia,
aflójame la mosca, ya hablaremos…”
Y tú, ¿qué vas a hacer? le ingresas lo que pida,
inspiras, después expiras, y al fin farfullas:
-“Señor, llévame pronto,
que el cuerpo ya me pide ná más tierra…”
-tratando de hacer migas con tu esposa-
destino a ya quisieras saber dónde…
En un principio intentas dominarte,
pero ni en un principio lo consigues,
ni en realidad te importa mucho a estas alturas;
lo cierto es que ante el primer mal seno bien presentado
que se te cruza a menos de cinco metros,
pierdes la compostura, si la tuvieras,
e irremediablemente te pilla el guardia;
de novios le sentaba como un tiro:
-“Eres un indecente. Vete a la mierda…”
qué poco sabe el tiempo de poesía,
sólo han pasado veinte años, que es nada según el tango,
y hoy no es ya que no le importe ni una mierda a dónde mires,
es que sólo ve un mindundi donde entonces un John Rambo.
(Desengáñate amigo, nos pasa a todos,
si no es por unas, por otras,
la vida siempre te acaba poniendo a merced del toro,
tú corre hasta que revientes, que ese te pilla
-si no más pronto más tarde, pero te pilla-
y te hunde el cuerno hasta el hueso sin miramientos;
el matrimonio es el fruto de un pacto secreto
que perpetraron de noche el infierno y el cielo
para probar la paciencia de todo buen mártir).
Ella devora las series de Netflix,
tú no desprecias a solas un rato de porno
ni un trago largo a deshoras.
Suele decirte a menudo que ya no la mimas,
que en tu compaña dormir es velar y que roncas
como si dentro tuvieras gorrinos y bueyes;
dice que siempre que orinas salpicas la taza,
que tus gallumbos se tienen de pie por sí solos,
que tus uñacos son garfios, tu ombligo la selva,
pero con todo y con eso, joder…
¡¡¡que te quiere!!!
Sabes muy bien, sin que nadie te lo haya contado,
que con frecuencia se goza,
que la vecina se ducha a las diez menos cuarto
y que a tu Atleti el merengue le da cagaleras;
sabes que estás condenado,
pero pagar la condena te pone cachondo
como a Torrente de España un buen par de pajillas.
Caminas por la calle la amargura
tratando de poner puertas al campo;
ella sospecha que la cornamentas,
tú sólo sufres cuando no hay cerveza,
cuando el Corsa se pone cascarrabias
o cuando al wifi se le van los pulsos;
y así se van los años, uno a uno,
sin nada entre las manos y con todo por ser hecho;
a ver si de una vez la lotería
te saca de esta cárcel sin barrotes.
Los hijos ya te imaginas,
con ellos lo convenido, no le eches cuentas,
cuidarles los chiquillos y sacarles de los líos
a cambio de un mal beso por tu santo,
un par de calzoncillos,
y luego un si te he visto no me acuerdo.
De un tiempo para acá, con tantos adelantos
y estas pandemias secuestrando viejos,
te dicen (y se quedan tan a gusto):
-“Papa, hazme un bizum,
que estoy en un apuro que te cagas,
pero oye, sin abrazos, que son tiempos de distancia,
aflójame la mosca, ya hablaremos…”
Y tú, ¿qué vas a hacer? le ingresas lo que pida,
inspiras, después expiras, y al fin farfullas:
-“Señor, llévame pronto,
que el cuerpo ya me pide ná más tierra…”