1.d4 d5 2.c4 - Gambito de dama 5
Publicado: Vie, 08 Ene 2021 15:31
...Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Ajedrez II
José Luis Borges
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Ajedrez II
José Luis Borges
1.d4 d5 2.c4 - Gambito de dama 5
Eran las cinco en punto de la tarde
cuando las piezas estaban dispuestas
en el ruedo del tablero, se enfrentaban
dos estoques: el tuyo y el mío.
¡Qué empiece la partida!
La suerte me echa un capote,
salgo con blancas
y pienso en utilizar: una apertura clásica.
Veo un desafío en tus ojos, un gesto amenazante,
una jactancia bravía en tu trapío,
que parece más de toro que de torero.
Estoy por comentarte, que me han
sacado a hombros de la plaza muchas
tardes, que yo nunca pincho en hueso,
pero, soy mucho más prudente y callo.
Nada sé de tu pericia, me mostraré:
humilde, modesta, precavida,
y comenzaré por observarte en mi celada
con un simple gambito de dama,
para ver cómo entra tu ejemplar al trapo.
No creas que te temo, ni por asomo, así que
a porta gayola te espero frente a la puerta
de toriles, para darte una larga cambiada
a modo de respuesta.
Te ofrezco en este pequeño engaño
un único y triste peón sacrificado,
esperando ver si mi falso gambito se declina,
si sale al quite tu lógica o por el contrario embistes.
Te comes mi peón ante mi asombro,
te miro a los ojos y no me creo
que no veas ningún veneno en mi regalo,
pero, observo claro: tus intenciones son de Miura.
Seguimos jugando y no comprendes;
no hay jaque y mi dama permanece en su casilla
como debe, sin devorar ese peón tan insolente.
Indulto a tu peón, no me interesa,
yo tengo más elevadas pretensiones,
para entonces y sin cambiar de tercio
ya es mío todo el centro de tablero
y te llevo tres tiempos de ventaja.
Así, seguimos moviendo nuestras piezas
en los lances, no veo defensas: eslavas,
Cambridge, Alapín, Springs,
semieslavas, no veo Merano; no veo nada,
en simple inocencia se ha quedado
tanta arrogancia tuya manifiesta,
me pongo el mundo por montera
y decido lucirme como nunca en la faena.
A estas alturas, a pesar de tan tamaña
morfología, ya comprendo, que el
toro no es barbas. ¡Es una mona!
Me comeré tu torre cuando quiera,
inmovilizados también se perfilan
varios de tus peones, alfil, caballo,
y me será muy agradable
borrarte de la faz esa sonrisa,
y en el último tercio y su suerte suprema
entraré con mi estoque hasta la bola,
para salir de esta plaza,
sin dudas, por la puerta más grande.
Miro tu sonrisa tan bella, tan confiada,
ese labio inferior que me trastorna
cuando tus dientes lo mordisquean
mientras piensas, me río de mis locos
pensamientos -por descuido y en voz alta-
y tú, como un encantador de serpientes
me devuelves un guiño por mi risa,
ese pequeño gesto: se basta y me desarma.
Me recuerdas a Apolo en el Olimpo,
me siento Cassandra y sus poderes,
aunque yo, nunca te hubiese rechazado
y sé y tengo claro que ya juego en otra partida.
En este punto acuden a mi mente:
Borges, Omar Jayyam, Cervantes,
comentando sobre quién juega o no juega
la partida sobre un tapiz ajedrezado,
que me perdonen ellos por mi herejía,
solo por hoy mi dios será un humano,
renuncio por prudencia a desairar
a un dios tan bello como osado,
tampoco quisiera herir un orgullo tan bizarro,
no deseo ser castigada por mi hibris.
Así, apelo a la deidad primordial de Némesis
que ayuda puntualmente a los amantes
y pienso con urgencia en cómo concederte
-sin que se note nada mi jugada-
unas tablas: tan amistosas como falsas.