Encandilador tu poema, Ignacio. No tiene despedicio alguno. Gracias por tanta hermosura, compañero.Ignacio Mincholed escribió:[tab=450]A Luis M., poeta de cercanías.
[tab=450]Este poema cercano me lo sugirieron unos versos de Luis:
[tab=450]Yo, poeta / de semáforo, bar, sofá y cercanías
...
Le pedí la hora
a un poeta que salía de una estación de cercanías.
Es la hora de una cerveza, me dijo.
Eran las siete y cuarto.
Iba con un perro, el suyo por amor sin propiedad.
No era ni grande ni pequeño. Me miraba su perro
como miran los perros a un humano
cuando saben que el humano tiene perro, callado
con los ojos brillantes en pregunta fija en los ojos.
Bajaba el sol a media copa de los árboles del paseo
sombreando la terraza en cobijo sabio a la cerveza.
Otras dos.
Iban dos para la tercera.
Las ponen pequeñas, dijo.
Sí, y pocas aceitunas, dije.
No sé si fue por su perro y el mío, que no estaba,
o por cosas de poetas, que nos dieron las tantas.
Un cigarrillo una vez más,
un pensamiento y luego una docena o dos más
nos llevaron a Pernambuco y a París,
a Toledo con el Cid, a Los Ángeles con Bukowski
y hasta llegamos a las piernas de Salomé.
Cerraba la noche sobre el paseo,
abría la madrugada, que en mayo es indistinta;
él con cerveza, yo ya de güisqui y alitas de pollo
fritas que nos pusieron al ver que iba la décima.
Caminamos hasta la Castellana,
él hacia arriba, yo hacia abajo. Nos despedimos
con el hasta otra que dicen los poetas perdidos
cuando no tienen nada que decir.
Su perro se sacudió el pelaje,
me dio recuerdos para el mío.
...
Un abrazo