Drogadictos
Publicado: Lun, 28 Dic 2020 18:37
DROGADICTOS
Huyen del horno que calcina los huesos de los toros;
van, despavoridos, en busca de sus soldados de juguete;
zigzaguean, yerran sobre los espejos blandos del dolor;
persiguen un planeta lejano que acaso no existió nunca.
Son de cera o de vidrio, son de penumbra o de brea.
Sus rostros son azules, como nubes deshabitadas;
sus manos son opacas, como vientos nocturnos;
sus brazos son fluviales, como ramblas sumergidas;
sus ojos son crujientes, como resina antigua.
Ah de sus corazones que el asco hizo bailar
en la caja de música de los estercoleros.
Ah de sus canas a las que renunciaron
tiñendo sus cabellos con las cenizas del sueño.
Ah de las botellas de champán francés
que lamen los acaudalados sacerdotes de la muerte.
Huyen del horno que calcina los huesos de los toros;
van, despavoridos, en busca de sus soldados de juguete;
zigzaguean, yerran sobre los espejos blandos del dolor;
persiguen un planeta lejano que acaso no existió nunca.
Son de cera o de vidrio, son de penumbra o de brea.
Sus rostros son azules, como nubes deshabitadas;
sus manos son opacas, como vientos nocturnos;
sus brazos son fluviales, como ramblas sumergidas;
sus ojos son crujientes, como resina antigua.
Ah de sus corazones que el asco hizo bailar
en la caja de música de los estercoleros.
Ah de sus canas a las que renunciaron
tiñendo sus cabellos con las cenizas del sueño.
Ah de las botellas de champán francés
que lamen los acaudalados sacerdotes de la muerte.