por las aceras grises de otoño y desapego
esperando a tus pies, anhelando un encuentro.
Me rozas distraída, breve como un silbido
o una gota de lluvia. Pero no me resigno,
y me enrosco a tu paso con saltos de delfín
por entre tus tobillos de seda y de marfil,
piloto un remolino de viento que prolonga
el instante fortuito de navegar tu aroma
por las columnas níveas que sueño para mí.