Como cada Noviembre (para Ana Muela Sopeña)

[Ramón Castro Méndez]

Para Ana Muela Sopeña


En la alta mar del viento,
las gaviotas dibujan gráciles arpegios
capaces de aherrojar la tempestad
con la holgura de su vuelo entre la grey de nubes.

Como un ángel marino quise disipar las nubes,
pero mis alas pesaban sin esperanza alguna,
grises como claustro de mi vejez,
inútiles ante la veleidad del hebdomadario celeste.

Llevada por el viento va pasando la tarde
como pasa la vida en la casa sin dueño,
camposanto y taberna como cada noviembre,
y tan solo un deseo: detener el instante
en que todo parece haberse perdido.
¡Ah, si yo hubiera sabido entonces de ese letargo
tan cercano y extraño al que todos llaman muerte!

Pero desde esta ventana, sin apenas paisaje,
cierro los ojos y distraigo mi pesar
con las sombras que empañan con su oscuro aliento
el mudo encanto de los cuerpos celestes.

Duerme ahora, fugaz estrella, duerme, no hagas aún mas larga
mi soledad que tu olvido; mas antes teje
tu guirnalda de fuego y deja en mi hueco tu polvo de luz
y en mi balcón de lluvia tus pájaros ciegos.

Como cada noviembre, el viento acelera mi pulso.

[Armilo Brotón]

Muy bello homenaje a Ana y al otoño. Poema que carga sus alforjas de bellas imágenes y un vocabulario de alto nivel lírico.
Mis felicitaciones a ambos, grandes amigos.
Un abrazo y salud

[Ana Muela Sopeña]

Qué maravilla, Ramón:

Es preciosoooooo. Uauuuuu

Realmente espectacular.

Gracias por dedicarme estos versos tan exquisitos, amigo...

Besos a montones
Ana

[Pilar Morte]

Me encantó el poema, las imágenes plenas de lirismo y sentimiento. Se siente la soledad que deja la muerte pero es muy hermoso tu canto.
Felicidades al poeta y a la destinataria de los versos.
Abrazos
PIlar

[Silvia Savall]

Para Ana Muela Sopeña


En la alta mar del viento,
las gaviotas dibujan gráciles arpegios
capaces de aherrojar la tempestad
con la holgura de su vuelo entre la grey de nubes.

Como un ángel marino quise disipar las nubes,
pero mis alas pesaban sin esperanza alguna,
grises como claustro de mi vejez,
inútiles ante la veleidad del hebdomadario celeste.

Llevada por el viento va pasando la tarde
como pasa la vida en la casa sin dueño,
camposanto y taberna como cada noviembre,
y tan solo un deseo: detener el instante
en que todo parece haberse perdido.
¡Ah, si yo hubiera sabido entonces de ese letargo
tan cercano y extraño al que todos llaman muerte!

Pero desde esta ventana, sin apenas paisaje,
cierro los ojos y distraigo mi pesar
con las sombras que empañan con su oscuro aliento
el mudo encanto de los cuerpos celestes.

Duerme ahora, fugaz estrella, duerme, no hagas aún mas larga
mi soledad que tu olvido; mas antes teje
tu guirnalda de fuego y deja en mi hueco tu polvo de luz
y en mi balcón de lluvia tus pájaros ciegos.

Como cada noviembre, el viento acelera mi pulso.

Cada verso es un himno de una belleza extrema.
Felicidades por tan grata lectura.
Un abrazo grande.

[Carmen López]

Me ha parecido muy bello el poema, Ricardo, un precioso regalo para Ana.
Felicidades a los dos.

Un abrazo.
Carmen

[Rafel Calle]

Tan bello como interesante trabajo, amigo Ramón, con el plus de la dedicatoria a nuestra amiga Ana.
Felicidades para los dos.
Abrazos.

[E. R. Aristy]

Para Ana Muela Sopeña


En la alta mar del viento,
las gaviotas dibujan gráciles arpegios
capaces de aherrojar la tempestad
con la holgura de su vuelo entre la grey de nubes.

Como un ángel marino quise disipar las nubes,
pero mis alas pesaban sin esperanza alguna,
grises como claustro de mi vejez,
inútiles ante la veleidad del hebdomadario celeste.

Llevada por el viento va pasando la tarde
como pasa la vida en la casa sin dueño,
camposanto y taberna como cada noviembre,
y tan solo un deseo: detener el instante
en que todo parece haberse perdido.
¡Ah, si yo hubiera sabido entonces de ese letargo
tan cercano y extraño al que todos llaman muerte!

Pero desde esta ventana, sin apenas paisaje,
cierro los ojos y distraigo mi pesar
con las sombras que empañan con su oscuro aliento
el mudo encanto de los cuerpos celestes.

Duerme ahora, fugaz estrella, duerme, no hagas aún mas larga
mi soledad que tu olvido; mas antes teje
tu guirnalda de fuego y deja en mi hueco tu polvo de luz
y en mi balcón de lluvia tus pájaros ciegos.

Como cada noviembre, el viento acelera mi pulso.

Hermoso poema para una quien considero una gran mujer y brillante poeta ( prefiero "poeta a "poetisa") Les felicito a ambos!

[Ramón Castro Méndez]

Muy bello homenaje a Ana y al otoño. Poema que carga sus alforjas de bellas imágenes y un vocabulario de alto nivel lírico.
Mis felicitaciones a ambos, grandes amigos.
Un abrazo y salud

Amigo Armilo, un placer verte siempre aparecer por mis letras.
Siempre agradecido a tus alentadores comentarios.
Un fuerte abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Qué maravilla, Ramón:

Es preciosoooooo. Uauuuuu

Realmente espectacular.

Gracias por dedicarme estos versos tan exquisitos, amigo...

Besos a montones
Ana

Muchas gracias, amiga Ana. Es un pequeño reconocimiento a tu apoyo a mis letras. Además te lo debía por reciprocidad y lo he hecho con mucho gusto. Ha tardado, pero ha llegado. Me hubiera gustado que el poema fuera mejor, pero eso es lo que me ha salido.

Un gran y afectuoso abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Me encantó el poema, las imágenes plenas de lirismo y sentimiento. Se siente la soledad que deja la muerte pero es muy hermoso tu canto.
Felicidades al poeta y a la destinataria de los versos.
Abrazos
PIlar

Muchas gracias, amiga Pilar por tu apoyo y sempiterna presencia en mis letras.

Un gran y afectuoso abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Para Ana Muela Sopeña


En la alta mar del viento,
las gaviotas dibujan gráciles arpegios
capaces de aherrojar la tempestad
con la holgura de su vuelo entre la grey de nubes.

Como un ángel marino quise disipar las nubes,
pero mis alas pesaban sin esperanza alguna,
grises como claustro de mi vejez,
inútiles ante la veleidad del hebdomadario celeste.

Llevada por el viento va pasando la tarde
como pasa la vida en la casa sin dueño,
camposanto y taberna como cada noviembre,
y tan solo un deseo: detener el instante
en que todo parece haberse perdido.
¡Ah, si yo hubiera sabido entonces de ese letargo
tan cercano y extraño al que todos llaman muerte!

Pero desde esta ventana, sin apenas paisaje,
cierro los ojos y distraigo mi pesar
con las sombras que empañan con su oscuro aliento
el mudo encanto de los cuerpos celestes.

Duerme ahora, fugaz estrella, duerme, no hagas aún mas larga
mi soledad que tu olvido; mas antes teje
tu guirnalda de fuego y deja en mi hueco tu polvo de luz
y en mi balcón de lluvia tus pájaros ciegos.

Como cada noviembre, el viento acelera mi pulso.

Cada verso es un himno de una belleza extrema.
Felicidades por tan grata lectura.
Un abrazo grande.

Muy agradecido, amiga Silvia, por tu apoyo y generosidad y por tus siempre alentadoras palabras.

Un gran y afectuoso abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Me ha parecido muy bello el poema, Ricardo, un precioso regalo para Ana.
Felicidades a los dos.

Un abrazo.
Carmen

Muchas gracias, Carmen, me alegra que te haya gustado este poema.

Un afectuoso abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Tan bello como interesante trabajo, amigo Ramón, con el plus de la dedicatoria a nuestra amiga Ana.
Felicidades para los dos.
Abrazos.

Muchas gracias, amigo Rafel, por dejarme siempre tu apreciado comentario.

Un fuerte abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Para Ana Muela Sopeña


En la alta mar del viento,
las gaviotas dibujan gráciles arpegios
capaces de aherrojar la tempestad
con la holgura de su vuelo entre la grey de nubes.

Como un ángel marino quise disipar las nubes,
pero mis alas pesaban sin esperanza alguna,
grises como claustro de mi vejez,
inútiles ante la veleidad del hebdomadario celeste.

Llevada por el viento va pasando la tarde
como pasa la vida en la casa sin dueño,
camposanto y taberna como cada noviembre,
y tan solo un deseo: detener el instante
en que todo parece haberse perdido.
¡Ah, si yo hubiera sabido entonces de ese letargo
tan cercano y extraño al que todos llaman muerte!

Pero desde esta ventana, sin apenas paisaje,
cierro los ojos y distraigo mi pesar
con las sombras que empañan con su oscuro aliento
el mudo encanto de los cuerpos celestes.

Duerme ahora, fugaz estrella, duerme, no hagas aún mas larga
mi soledad que tu olvido; mas antes teje
tu guirnalda de fuego y deja en mi hueco tu polvo de luz
y en mi balcón de lluvia tus pájaros ciegos.

Como cada noviembre, el viento acelera mi pulso.

Hermoso poema para una quien considero una gran mujer y brillante poeta ( prefiero "poeta a "poetisa") Les felicito a ambos!

Muy agradecido, amiga E.R.A., por acercarte hasta mis letras y dejarme tu atento comentario.

Un afectuoso abrazo.