En el cielo de la boca
Publicado: Sab, 31 Oct 2020 8:01
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Dos sillas bajas bajo las ventanas altas.
Dos vacías y otra, que no quise nombrar,
hecha añicos, destrozada en medio
del tedio del cuarto con suelo de damero
donde las paredes rezuman verdinas.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Sonríe la nota amarga de la mueca
Reposa el gesto cansado del labio.
Tantas historias y tampoco tiempo sobre la mesa.
La taza volcada se vuelve a volcar
y vuelve y vuelve a desparramar
el café hasta tu regazo.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Ya sabemos que esa es la frontera
de espinos en tu cintura de juncos.
El río mece la barca.
Los aviones de papel siguen cayendo
pero con mayor parsimonia,
como el cambio de la guardia
solemne, aunque llueva a mares.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Nuestras manos no saben mantener el contacto,
frías y glaciares a la deriva entre la multitud.
Tambor, trompeta, chillido de ángel,
o algo así parece venir desde la calle.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Puestas las desesperanzas, las tres canicas ganadas
y el cromo perdido, boca abajo, en las marañas.
putrefactas, malolientes, descarnadas,
que crecen ocultas , mimetizadas en las enredadas
altas y frondosas de la tapia amarilla.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Sombras añiles, sombras, contarme las granas del dolor,
Sabéis colocar bien las palabras donde remuevan
los pulsos de los corazones tiernos
en surcos profundos de deslumbramientos.
Escuchando a Radiohead. Sábado veinticuatro de octubre a las doce y veinte de la noche. Juan Delgado Martín-Prat
En el cielo de la boca el anzuelo.
Dos sillas bajas bajo las ventanas altas.
Dos vacías y otra, que no quise nombrar,
hecha añicos, destrozada en medio
del tedio del cuarto con suelo de damero
donde las paredes rezuman verdinas.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Sonríe la nota amarga de la mueca
Reposa el gesto cansado del labio.
Tantas historias y tampoco tiempo sobre la mesa.
La taza volcada se vuelve a volcar
y vuelve y vuelve a desparramar
el café hasta tu regazo.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Ya sabemos que esa es la frontera
de espinos en tu cintura de juncos.
El río mece la barca.
Los aviones de papel siguen cayendo
pero con mayor parsimonia,
como el cambio de la guardia
solemne, aunque llueva a mares.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Nuestras manos no saben mantener el contacto,
frías y glaciares a la deriva entre la multitud.
Tambor, trompeta, chillido de ángel,
o algo así parece venir desde la calle.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Puestas las desesperanzas, las tres canicas ganadas
y el cromo perdido, boca abajo, en las marañas.
putrefactas, malolientes, descarnadas,
que crecen ocultas , mimetizadas en las enredadas
altas y frondosas de la tapia amarilla.
En el cielo dos ojos.
En el cielo de la boca el anzuelo.
Sombras añiles, sombras, contarme las granas del dolor,
Sabéis colocar bien las palabras donde remuevan
los pulsos de los corazones tiernos
en surcos profundos de deslumbramientos.
Escuchando a Radiohead. Sábado veinticuatro de octubre a las doce y veinte de la noche. Juan Delgado Martín-Prat