Aprovecho para mandarte un gran abrazo, Ventura,
un abrazo de peces que espían el cielo con sus ojos miopes…”
Marius Gabureanu (comentario al poema “Afuera”)
En medio del océano, todo parece lejano.
Unas burbujas trepan desde el fondo, perdidas, recuerdo
de algún otro pez que circula
aún más abajo,
donde la oscuridad es ya una muralla infranqueable de lo vivido.
Avanzo entre mis escamas como un bólido de soledad,
branquias frías filtrando la luz que no templa el camino imperceptible,
ojos eternamente abiertos a esta placenta
que me sostiene apenas
con heladas caricias que resbalan por mi metálico tronco.
A veces, se cruza otro pez extraviado en este enorme vacío,
se tejen miradas sin voz que dejan como palabras flotando,
germen de un abrazo de peces que espían el cielo con sus ojos miopes
tratando de vislumbrar las nubes al fondo
como si fueran algún hogar inalcanzable.
Seguir nadando es un no conformarse, y avanzar
en colosal azul aún sin viento que lo atenúe,
envuelto en denso caldo de sentidos sumergidos…
Bracear ligero impulsado por aletas de destierros
que dibujan palabras líquidas en la propia estela
frases que van trenzándose con otras pasajeras,
conversaciones repentinas que,
una vez juntas,
se disipan.
Y en esa confluencia del instante
parece que tan solo existieran en este breve universo
dos almas con espinas buceando sin rendirse
en medio de la Nada, engendrando un fugaz edén
donde se confunden
agua y aire, mar
y profundo cielo.
El otro día leí este comentario del querido compañero y amigo Marius, y por alguna razón me emocionó…
Tal es la fuerza de las palabras.
Te lo dedico en especial, así como a todos los compañeros que flotamos aquí