que atenúan el dolor de los olvidos,
los olvidos
donde guardan los arcones los muñecos y los años,
de esos años
que a hurtadillas nacen sepia los recuerdos,
los recuerdos
del sabor a mandarina de los trasgos en invierno,
del invierno
con promesa a pan caliente y castañas en la hoguera...
Esas manos son por siempre la caricia,
la tersura de la nieve en el barranco,
ese pozo que resguarda del olvido
el cerezo en primavera.
Nos veremos en la orilla
-de la mano-
cuando el cormorán navegue.
( No contesto a la interrogante, si me la planteas, ¿navegó ya el cormorán?
Ni mi Mediterráneo lo va a decir)