Nada ha cambiado (Instinto secular)
Publicado: Mié, 30 Sep 2020 8:49
La etiqueta que no necesitamos
hace honor a su elenco de posibilidades.
Lo sé por ese mago al que aterran las palomas,
el doctor negligente que cura la distancia
con un solo horizonte.
De su vacuna nacen otras muchas,
otras aves domésticas que vuelven a su jaula
tras su dura jornada de solfeo.
Todas ellas escuchan el boicot a la música.
Mismamente el exilio.
Las voces más calladas del silencio,
nunca han marcado huellas en la historia.
Hablo de verdaderos héroes que no rompen con las reglas.
De nuestra condición tan humana y tan sumamente
escuálida, que une los márgenes del tiempo.
Los reduce a camadas de impurezas
donde las ancestrales
costumbres
consumen las
cenizas,
la construcción del texto.
Hablo de idiosincrasia, hablo de sociedades
tan ocultas que imprimen ciencia infusa
en nuestros pensamientos y conductas.
Hablo de paredones y ruinas,
de palestras y ágoras,
filósofos, poetas, dramaturgos,
siervos de un ideal, esclavos catatónicos,
abrumados quizá por la liturgia,
acaso la riqueza y el poder,
que se tiñen de puro surrealismo.
Hablo de los valores, actitudes, caracteres,
que sumen en el limbo, que enclaustran la mirada
hasta hacerla simbólica,
hasta que el hombre asocia lo concreto y lo abstracto
con un mismo patrón.
Hablo del cinturón que aprieta,
del calzado tan sumamente holgado
que relaja la mente,
hasta hacerla apacible,
hasta crear en el rostro una laguna,
hasta que la fachada se derrumba.
Hablo de ceremonias,
y de ritos y de honores.
Hablo de los cometas que persiguen el caos.
Hablo de algunas lenguas, quizá todas,
cuando caen en desuso.
Hablo de obsolescencia.
Hablo de encajonar tan solo los recuerdos.
Hablo de programar nuestras agendas.
Hablo de priorizar,
hablo del espectáculo del viento cuando él se decolora.
Hablo de tinta amarga, tinta dulce.
Hablo de lo que parte en dos el cielo.
Hablo del descarado devenir,
del animal herido,
del creyente en apuros por una penitencia,
y del desangelado tránsito del ateo.
Hablo en definitiva, de que nada ha cambiado.
hace honor a su elenco de posibilidades.
Lo sé por ese mago al que aterran las palomas,
el doctor negligente que cura la distancia
con un solo horizonte.
De su vacuna nacen otras muchas,
otras aves domésticas que vuelven a su jaula
tras su dura jornada de solfeo.
Todas ellas escuchan el boicot a la música.
Mismamente el exilio.
Las voces más calladas del silencio,
nunca han marcado huellas en la historia.
Hablo de verdaderos héroes que no rompen con las reglas.
De nuestra condición tan humana y tan sumamente
escuálida, que une los márgenes del tiempo.
Los reduce a camadas de impurezas
donde las ancestrales
costumbres
consumen las
cenizas,
la construcción del texto.
Hablo de idiosincrasia, hablo de sociedades
tan ocultas que imprimen ciencia infusa
en nuestros pensamientos y conductas.
Hablo de paredones y ruinas,
de palestras y ágoras,
filósofos, poetas, dramaturgos,
siervos de un ideal, esclavos catatónicos,
abrumados quizá por la liturgia,
acaso la riqueza y el poder,
que se tiñen de puro surrealismo.
Hablo de los valores, actitudes, caracteres,
que sumen en el limbo, que enclaustran la mirada
hasta hacerla simbólica,
hasta que el hombre asocia lo concreto y lo abstracto
con un mismo patrón.
Hablo del cinturón que aprieta,
del calzado tan sumamente holgado
que relaja la mente,
hasta hacerla apacible,
hasta crear en el rostro una laguna,
hasta que la fachada se derrumba.
Hablo de ceremonias,
y de ritos y de honores.
Hablo de los cometas que persiguen el caos.
Hablo de algunas lenguas, quizá todas,
cuando caen en desuso.
Hablo de obsolescencia.
Hablo de encajonar tan solo los recuerdos.
Hablo de programar nuestras agendas.
Hablo de priorizar,
hablo del espectáculo del viento cuando él se decolora.
Hablo de tinta amarga, tinta dulce.
Hablo de lo que parte en dos el cielo.
Hablo del descarado devenir,
del animal herido,
del creyente en apuros por una penitencia,
y del desangelado tránsito del ateo.
Hablo en definitiva, de que nada ha cambiado.