El sillón de mi abuelo (Terciopelo Azul)
Publicado: Jue, 13 Ago 2020 19:54
Nunca entendí como en el salón de mi abuelo,
aquel salón grande lleno de recuerdos
donde todo estaba tan bien coordinado
y todas las cosas guardaban acuerdos,
justo en su mitad como algo olvidado
tenía su sillón de azul terciopelo.
Aquel salón grande de aire modernista,
con mesa y seis sillas de noble madera,
buró, boiserie y la chimenea,
todo acompasado de cauta manera,
las bellas cortinas que el balcón bordean.
Allí aquella pieza era de otra lista.
Le encantaba sentarse en él y observaba
desde aquel sillón cuanto trae la vida:
como el sol salía mañana a mañana
para darte siempre una gran bienvenida
y con luz de oro desde la ventana
pintar este mundo que él tanto amaba.
Cuando yo iba a verle sentado en sus piernas
y él en su sillón, me contaba historias,
alegres historias del amor de ella
o anécdotas miles de tiempos de glorias,
y me fue enseñando que la vida es bella
y aunque sea efímera trae cosas eternas.
Hoy he ido a su casa pero el ya no estaba,
se fue aquella noche a su hogar eterno.
Y al ver su sillón de azul terciopelo
he sentido en mi alma extraño gobierno
por ser invitado con un dulce anhelo
a sentarme en el sitio que ayer ocupaba.
Sentado en el sillón con los ojos cerrados,
recorriendo mis manos el azul terciopelo,
sintiendo la paz de aquel tacto suave
le he sentido cerca y se ha ido el duelo,
y abriendo los ojos he hallado la clave
del embrujo noble del mueble azulado.
Entonces he visto con otra mirada,
he visto un salón que era un sendero,
a la derecha el pasado lleno de recuerdos:
las fotos de ella, cosas de ingeniero,
libros que leía de locos y cuerdos
discos que dejaron su alma marcada.
A la izquierda el futuro como él presentía:
entre cosas modernas un álbum de fotos,
un cuadro de niños jugando en la playa,
otros de paisajes de sitios remotos.
Y así iba notando desde su atalaya
como en mi interior su esencia volvía.
Si miraba al frente era la ventana
el marco de un cuadro que acotaba el cielo,
aquel manto azul o gris o estrellado,
un jardín florido y aquel riachuelo
donde de pequeño y siempre a su lado,
aprendí a soñar con la mar lejana.
Entendí su vida, con dichas y llantos,
recordé su historia de cuando era niño,
y luego una guerra sin nadie triunfante,
estudios, la boda, el trabajo, el guiño
que siendo como era caballero andante
regalaba al mundo con locos encantos.
Y allí en su sillón, abriendo el baúl
de tantos momentos que me dio mi abuelo,
logré comprender porque aquella pieza
que en ese salón no guardaba celo,
escondía un secreto con mucha grandeza:
él tenía el alma de terciopelo azul.
aquel salón grande lleno de recuerdos
donde todo estaba tan bien coordinado
y todas las cosas guardaban acuerdos,
justo en su mitad como algo olvidado
tenía su sillón de azul terciopelo.
Aquel salón grande de aire modernista,
con mesa y seis sillas de noble madera,
buró, boiserie y la chimenea,
todo acompasado de cauta manera,
las bellas cortinas que el balcón bordean.
Allí aquella pieza era de otra lista.
Le encantaba sentarse en él y observaba
desde aquel sillón cuanto trae la vida:
como el sol salía mañana a mañana
para darte siempre una gran bienvenida
y con luz de oro desde la ventana
pintar este mundo que él tanto amaba.
Cuando yo iba a verle sentado en sus piernas
y él en su sillón, me contaba historias,
alegres historias del amor de ella
o anécdotas miles de tiempos de glorias,
y me fue enseñando que la vida es bella
y aunque sea efímera trae cosas eternas.
Hoy he ido a su casa pero el ya no estaba,
se fue aquella noche a su hogar eterno.
Y al ver su sillón de azul terciopelo
he sentido en mi alma extraño gobierno
por ser invitado con un dulce anhelo
a sentarme en el sitio que ayer ocupaba.
Sentado en el sillón con los ojos cerrados,
recorriendo mis manos el azul terciopelo,
sintiendo la paz de aquel tacto suave
le he sentido cerca y se ha ido el duelo,
y abriendo los ojos he hallado la clave
del embrujo noble del mueble azulado.
Entonces he visto con otra mirada,
he visto un salón que era un sendero,
a la derecha el pasado lleno de recuerdos:
las fotos de ella, cosas de ingeniero,
libros que leía de locos y cuerdos
discos que dejaron su alma marcada.
A la izquierda el futuro como él presentía:
entre cosas modernas un álbum de fotos,
un cuadro de niños jugando en la playa,
otros de paisajes de sitios remotos.
Y así iba notando desde su atalaya
como en mi interior su esencia volvía.
Si miraba al frente era la ventana
el marco de un cuadro que acotaba el cielo,
aquel manto azul o gris o estrellado,
un jardín florido y aquel riachuelo
donde de pequeño y siempre a su lado,
aprendí a soñar con la mar lejana.
Entendí su vida, con dichas y llantos,
recordé su historia de cuando era niño,
y luego una guerra sin nadie triunfante,
estudios, la boda, el trabajo, el guiño
que siendo como era caballero andante
regalaba al mundo con locos encantos.
Y allí en su sillón, abriendo el baúl
de tantos momentos que me dio mi abuelo,
logré comprender porque aquella pieza
que en ese salón no guardaba celo,
escondía un secreto con mucha grandeza:
él tenía el alma de terciopelo azul.