Editorial Alaire

Caminando va el abuelo
compartiendo los andares
con un canto que es quejido
y recuerdos a raudales;
Lleva gacha la mirada
hacia la tierra, su madre,
la que tanto trabajó,
la que parece llamarle.
Aunque de poca audición,
aunque de oídos cobardes,
desde lejos oye voces
de los pequeños infantes;
los nietos de sus amores
mitad de su cuerpo y sangre.
Espera abuelo, le gritan,
se vuelve para mirarles,
aguza la vista para
emular halcones sacres.
Pero la vista le falla,
qué pena que no le alcance,
su corazón se acelera
y no hay nada que lo calle.
Van aumentando los gritos,
del cielo llegan compases,
el abuelo alza la vista…
teme que el agua lo empape;
ruge la tormenta fiera
y ya es demasiado tarde,
su corazón se resiente
y sus fuerzas se contraen,
las voces ya no les llegan
y exhausto en la tierra yace.
No volverá con sus nietos
por mucho que ya lo llamen.
Las voces nunca existieron,
fueron locuras del vate
que huyó de la residencia
donde muriera su amante.

Hermoso, muy hermoso, Antonio.

En el poema hay una vertiginosa realidad que toca y deja huella.

Felicitaciones sinceras; gracias por compartir.

Gracias a ti por leerme Hallie, un abrazo.

Uhhh, qué triste, Antonio, y que bien llevado. Un placer leerlo.

Un abrazo.

Gracias Gustavo, a veces la atracción del lector está en la realidad de la tristeza.

Muy hermoso poema, Antonio. Un abrazo, compañero.

Antonio


Apoyo lo que dicen los compañeros..


Un poema hermoso que tiene
el corazón abierto...



Te felicito


Un abrazo fuerte, querido amigo

Salud y felicidad

Gracias Luis, un abrazo.

Hermoso y triste poema. Llega profundo.
Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar

Gracias Ricardo, un abrazo.

Hermoso y muy emotivo trabajo, amigo Antonio.
Abrazos.

Gracias Pilar, eres muy amable. Salud, amiga.

Gracias Rafel, un abrazo.

Es un poema hermoso; emotivo, y a la vez generoso. Te felicito. Grato pasar, Antonio Arjona.
Un abrazo

Antonio Arjona escribió:Caminando va el abuelo
compartiendo los andares
con un canto que es quejido
y recuerdos a raudales;
Lleva gacha la mirada
hacia la tierra, su madre,
la que tanto trabajó,
la que parece llamarle.
Aunque de poca audición,
aunque de oídos cobardes,
desde lejos oye voces
de los pequeños infantes;
los nietos de sus amores
mitad de su cuerpo y sangre.
Espera abuelo, le gritan,
se vuelve para mirarles,
aguza la vista para
emular halcones sacres.
Pero la vista le falla,
qué pena que no le alcance,
su corazón se acelera
y no hay nada que lo calle.
Van aumentando los gritos,
del cielo llegan compases,
el abuelo alza la vista…
teme que el agua lo empape;
ruge la tormenta fiera
y ya es demasiado tarde,
su corazón se resiente
y sus fuerzas se contraen,
las voces ya no les llegan
y exhausto en la tierra yace.
No volverá con sus nietos
por mucho que ya lo llamen.
Las voces nunca existieron,
fueron locuras del vate
que huyó de la residencia
donde muriera su amante.

Buen Canto, Antonio
Un fuerte abrazo Poeta
salud!