Ya sin ti
Publicado: Sab, 04 Jul 2020 22:07
¿Cómo podrá volver a arder en ti mi nombre
si lo has convertido en ceniza de tus días?
Los relojes ya no dan marcha atrás
y aunque lloren los álamos del río
y la expresión plateada de la luna me consuele,
ya estoy sin ti, después de tanta noches
donde la pasión fingida era como huracán
que lo arrasaba todo y el deseo fue un potro a galope
por la carne y a borbotones nos bebíamos
la palabra y éramos los únicos testigos
de un momento al que cubría un velo de mentiras.
Pero te amaba, hasta cercenar mis ganas de ser libre;
te buscaba en cada estrella como última quimera
queriendo retener tu luz antes de que el alba apareciese
y la resaca de no haberte conocido
mordiera como escarcha en las entrañas.
Cuantas madrugadas ha habitado la distancia de tu piel
entre mis sábanas, cuando sólo éramos
un vacío prolongado en el deseo de dos cuerpos
imaginados, aún así, siempre perduraba en mí
tu presencia indefinible rebosante de armonía,
por que tu música en silencio lo abarcaba todo:
fuiste el pentagrama del aire hecho latido
para respirar el preciso aliento de la vida.
Yo me aferré a ti con esa inquietud que se ahonda
como raíz de un imposible, pero con la fuerza
necesaria de los sueños que alimentan la utopía
y evitaba calmar mi urgencia en los burdeles
escribiendo sobre páginas de alcohol tu huida en mi diario.
Sumiso a tu dominio vencía el desaliento
porque regresabas a la hora del poniente
para ofrecerme tu boca recién nacida
y el estimulo del amor y yo me entregaba a ti
con el ansia de un adolescente en celo,
y al imaginar bebernos los dos de un mismo labio,
yo poseía tu intimidad desnuda igual que
una ilusión que arde como un crepúsculo en llamas.
Un día renunciaste a abrigarme el corazón y se rompió
y permanecieron esparcidos entre la duda sus fragmentos,
tu risa nunca más volvió a abrirme las verjas de la dicha
ni tu voz sonó otra vez como dulce campana enamorada
Hoy sigo interrogándole a tu ausencia,
pero nunca encuentro respuestas en el fondo de los vasos
y me siento abandonado en el centro de tu olvido
y con jirones de soledad pretendo coserme las heridas.
Ahora que en la mortaja se envuelve la palabra,
únicamente consigo ver que debajo la tristeza siempre
se esconde tu presencia diluida en los recuerdos
y a veces se transforma en un relámpago de nostalgia
que descarga sobre mi pecho una tormenta
con nombre de mujer.
si lo has convertido en ceniza de tus días?
Los relojes ya no dan marcha atrás
y aunque lloren los álamos del río
y la expresión plateada de la luna me consuele,
ya estoy sin ti, después de tanta noches
donde la pasión fingida era como huracán
que lo arrasaba todo y el deseo fue un potro a galope
por la carne y a borbotones nos bebíamos
la palabra y éramos los únicos testigos
de un momento al que cubría un velo de mentiras.
Pero te amaba, hasta cercenar mis ganas de ser libre;
te buscaba en cada estrella como última quimera
queriendo retener tu luz antes de que el alba apareciese
y la resaca de no haberte conocido
mordiera como escarcha en las entrañas.
Cuantas madrugadas ha habitado la distancia de tu piel
entre mis sábanas, cuando sólo éramos
un vacío prolongado en el deseo de dos cuerpos
imaginados, aún así, siempre perduraba en mí
tu presencia indefinible rebosante de armonía,
por que tu música en silencio lo abarcaba todo:
fuiste el pentagrama del aire hecho latido
para respirar el preciso aliento de la vida.
Yo me aferré a ti con esa inquietud que se ahonda
como raíz de un imposible, pero con la fuerza
necesaria de los sueños que alimentan la utopía
y evitaba calmar mi urgencia en los burdeles
escribiendo sobre páginas de alcohol tu huida en mi diario.
Sumiso a tu dominio vencía el desaliento
porque regresabas a la hora del poniente
para ofrecerme tu boca recién nacida
y el estimulo del amor y yo me entregaba a ti
con el ansia de un adolescente en celo,
y al imaginar bebernos los dos de un mismo labio,
yo poseía tu intimidad desnuda igual que
una ilusión que arde como un crepúsculo en llamas.
Un día renunciaste a abrigarme el corazón y se rompió
y permanecieron esparcidos entre la duda sus fragmentos,
tu risa nunca más volvió a abrirme las verjas de la dicha
ni tu voz sonó otra vez como dulce campana enamorada
Hoy sigo interrogándole a tu ausencia,
pero nunca encuentro respuestas en el fondo de los vasos
y me siento abandonado en el centro de tu olvido
y con jirones de soledad pretendo coserme las heridas.
Ahora que en la mortaja se envuelve la palabra,
únicamente consigo ver que debajo la tristeza siempre
se esconde tu presencia diluida en los recuerdos
y a veces se transforma en un relámpago de nostalgia
que descarga sobre mi pecho una tormenta
con nombre de mujer.