Hola de nuevo, Armilo, y muchas gracias por atender mi petición con este detallado comentario que es un auténtico lujo, gracias por tu dedicación a analizar el texto. Trataré de constestar a todo lo que planteas.
Armilo Brotón escribió:Aparte de la repetición, muy discutible si es redundante o no, del adverbio aspectual de fase "ya", se genera una asonancia interior marcada que se repite en seis versos más
Tienes razón en cuanto al abuso del adverbio gongorino "ya". Es realmente una palabra muy cómoda para resolver ciertas situaciones, pero puede llegar a viciar el discurso, como aquí. ¿Qué te parece si en la última sustituyo por "carne no, mármol es" (poner "mármol sí" me parece desagradable: no, sí, no, sí...)? En el primer cuarteto no sé qué hacer: le he estado dando vueltas en estos días y no se me ocurre más que comenzar con "Yo, poeta sin luna...", que genera una construcción en
nominativo pendens que aquí no me convence. Seguiré pensando.
Sobre la aparici´ón de palabras que resuenan con "áa" a lo largo del poema, es algo estadísticamente normal. Vamos a hacer una pequeña cuenta. Por una parte, tenemos veinticinco combinaciones de dos vocales, que se reducen a quince si asimilamos las asonancias *i > *e y *u > *o, donde * denota cualquier vocal con acento. Por otra parte en un soneto podemos colocar como máximo cinco palabras de dos sílabas (las buscamos llanas, para que resuenen con "áa"), es decir, setenta a lo largo del soneto. Si dividimos 15 entre 70 resulta una probabilidad del 21%, mucho mayor que el grado de ocurrencia de resonancias en "áa" que hay en mi soneto, pues hay 6 casos, es decir, 6/70 = 0'085, es decir, 8'5%. Esto significa que el problema que percibes en mi poema no reside tanto en la abunancia (absoluta o relativa) de resonancias, sino muy probablemente en su disposición. Vamos a analizar esta disposición de las resonancias.
Hay una pareja que es necesaria: "palabra" y "labra", pues tienen que resonar (consonar, de hecho) porque están en posición de rima. La pareja "agua-remorada" no entra en resonancia hasta cinco versos después: creo que es una distancia de seguridad más que suficiente, pero los términos del par resuenan entre sí. Se trata de un efecto buscado como elemento de simetría en la construcción de ese sáfico: la segunda palabra intenta reproducir como un eco el sonido de la anterior, lo mismo que ese agua remolona parece no querer avanzar y vuelve al mismo sitio.
Sobre el par "ácida-astadas", lo mismo en cuanto a la resonancia relativa: es una construcción simétrica donde el ritmo vocálico de "áa" seguida de una vocal débil con acento refuerza por simetría la estructura bimembre del verso, con esos dos martillazos en "áa" que volverán a aparecer de forma sonora en las repeticiones del verso 12 ("gota a gota y punta a punta" y también en el nivel semántico ("labrar", "mármol"). El problema con esta pareja no creo que sea esta resonancia relativa entre ellas, sino la asonancia entre ellas y la rima, en especial "palabra-astadas", ya que tenemos una resonancia en 6. Y esta sí es peligrosa para la arquitectura sonora del soneto. La dejo así confiando en que la estructura, reforzada por la construcción bimembre del verso décimo y por el apuntalamiento de la simetría, aguantará... esperemos.
Armilo Brotón escribió:Tampoco soy muy partidario de la diéresis como licencia poética
Supongo que te refieres a "crüel", pero no sé si hablas de marcarla ortográficamente o de usarla. En cuanto al signo ortográfico, en este caso es inprescindible para mostrar qué escansión del verso prefiero, ya que hay dos posibles:
no_hay burla más crü-el que tu palabra (la que yo he elegido)
no / hay burla más cruel que tu palabra (la otra alternativa, con diptongo en cruel)
Si he elegido la primera es para conceder más espacio sonoro a la palabra cruel y a esa "r" terrible, que parece como un bocado continuo que permanece en el tiempo, y no una súbita dentellada, tal y como conviene a ese tormento pausado y continuo del que hablan los tercetos.
Eso en particular. En general, puedo decirte que gracias a la lectura de la poesía métrica de los grandes poetas he aprendido que ellos usan los recursos como la diéresis para distribuir el sonido en las sílabas métricas del verso a placer, no necesariamente como lo hacen los hablantes en el lenguaje ordinario (por cierto, las pronunciaciones "cruel" y "crüel" pueden ser ambas normales en el lenguaje ordinario según la región que consideremos): disponen el material sonoro con habilidad no sólo para ajustarse a la métrica elegida, sino para lograr ciertos efectos expresivos magistrales. Y no es tan extraño (aunque no frecuente) que, incluso en un mismo poema, aparezcan las dos versiones de la misma palabra, por ejemplo "cruel" y "crüel". Digamos que la pronunciación natural no los condiciona inexorablemente: son ellos los que moldean el lenguaje a su voluntad. Por eso son maestros y señores del lenguaje, y no esclavos de su tiranía. Yo intento aprender de ellos y trato de imitarlos. Esta semana, por ejemplo, he publicado en el foro una chorrada que comienza "Ninfas del claro río donde me río", a partir del verso de Garcilaso "Hermosas ninfas que en el río metidas": justo para explorar y explotar este asunto. También estoy escribiendo un pequeño ensayo sobre el tema de los encuentros vocálicos en el verso métrico, que publicaré próximamente en el foro. Ya me dirás que te parece, cuento con tus comentarios.
Sobre Santa Teresa, en realidad no la tenía en la cabeza expresamente al componer este soneto, aunque el tema tenga muchas conexiones, más que con ella, con San Juan de la Cruz, que también da su versión del villancico: "Vivo sin vivir en mí / y de tal manera espero / que muero porque no muero".
Saludos y gracias de nuevo por tu análisis tan generoso y tan esmerado. Un lujo.