Siempre estoy
Publicado: Dom, 31 May 2020 11:11
Aquí estoy deseando abarcar la inmensidad
pero un átomo de realismo muestra mis íntimas miserias
y bosteza la bestia que hay en mí desesperadamente
tratando de buscar oxigeno en mi propia decepción.
Intento descifrar las coordenadas del hastío
y desde el siniestro callejón del desamparo se acercan
puñaladas de hiel que me desgarran la voz
y se hacen mis palabras jirones de silencio.
Ahora permanece amordazado el lenguaje de mi alma
y advierto su quebradiza desnudez repleta de delirios.
Deshabitado el palpitar de mi transido corazón
voy dibujando geografías en la sangre que me emplacen
a la dimensión del presente, pero todo es efímero
y no consigo hallar el latir sereno del milagro
que me acerque hasta el piadoso amor de la clemencia.
Y me siento como los caídos del amanecer que se agarran
a su sombra para salir indemnes de la hiriente luz del mediodía.
Hay días que mi imaginación se encela y quiere adentrarse
al templo del averno donde ángeles disolutos vestidos de púrpura
proclaman su homilía y arde igual que un crepúsculo en llamas
la pasión desnuda y aguarda ávida en la trastienda de un burdel
para entregarse en una orgía de diosas libertinas.
Ahora llueve; el pulso de barro que forjó a mi identidad se disuelve
y una liturgia húmeda empapa mi huidiza anatomía.
Nunca habrá tregua porque el mar encabritado expulsa mi cólera
a través de su herida de agua y se diluyen los sueños
como espectros marginados en la embriaguez de la nada.
Y me adorno con arabescos la piel, acudo a mi cita de primavera,
y bulle el viento su triste melodía de pétalos salvajes
que niegan la ternura y me destierran a parajes umbríos
donde la soledad se convierte en tahúr ingobernable
que siempre va de farol y se juega mi futuro, lo mismo
que hacen los suicidas cuando se apuestan
a todo o nada su último envite por la vida.
pero un átomo de realismo muestra mis íntimas miserias
y bosteza la bestia que hay en mí desesperadamente
tratando de buscar oxigeno en mi propia decepción.
Intento descifrar las coordenadas del hastío
y desde el siniestro callejón del desamparo se acercan
puñaladas de hiel que me desgarran la voz
y se hacen mis palabras jirones de silencio.
Ahora permanece amordazado el lenguaje de mi alma
y advierto su quebradiza desnudez repleta de delirios.
Deshabitado el palpitar de mi transido corazón
voy dibujando geografías en la sangre que me emplacen
a la dimensión del presente, pero todo es efímero
y no consigo hallar el latir sereno del milagro
que me acerque hasta el piadoso amor de la clemencia.
Y me siento como los caídos del amanecer que se agarran
a su sombra para salir indemnes de la hiriente luz del mediodía.
Hay días que mi imaginación se encela y quiere adentrarse
al templo del averno donde ángeles disolutos vestidos de púrpura
proclaman su homilía y arde igual que un crepúsculo en llamas
la pasión desnuda y aguarda ávida en la trastienda de un burdel
para entregarse en una orgía de diosas libertinas.
Ahora llueve; el pulso de barro que forjó a mi identidad se disuelve
y una liturgia húmeda empapa mi huidiza anatomía.
Nunca habrá tregua porque el mar encabritado expulsa mi cólera
a través de su herida de agua y se diluyen los sueños
como espectros marginados en la embriaguez de la nada.
Y me adorno con arabescos la piel, acudo a mi cita de primavera,
y bulle el viento su triste melodía de pétalos salvajes
que niegan la ternura y me destierran a parajes umbríos
donde la soledad se convierte en tahúr ingobernable
que siempre va de farol y se juega mi futuro, lo mismo
que hacen los suicidas cuando se apuestan
a todo o nada su último envite por la vida.