Aquel cielo no llegó a llorar (Homenaje a todos los poetas)
Publicado: Vie, 29 May 2020 21:08
Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse,
y que forman algo así como un misterio.
Federico García Lorca
y que forman algo así como un misterio.
Federico García Lorca
Decidí enamorarme de la luna para satisfacer mi yo.
Decidí alimentarme del cielo y pintarlo color dulzura.
Decidí viajar de un lado a otro para construir un solo camino,
un camino donde el cielo estuviese a mi servicio
y al anochecer me hiciera la luna un guiño
en señal de complicidad.
Debería ser una intrigante imagen,
un capítulo enredado de un libro de misterio,
una vivencia única, para un momento único.
Pero… ¿dónde me encontraba yo?
El cielo se disipaba entre grafitos oscuros
y cortinas de tristeza y desamparo,
más no era ya la tarde, ni se avecinaba la noche.
Traté de esculpirle pinceladas de azul vida,
pero se resistió,
se incomodó de tal manera
que mi azul lo convirtió en bruno mate,
escondido entre cementerios de nubes planas y opacas,
mancilladas por la triste armonía de la imagen.
Así, entre pensamientos inocuos y ojeadas sin límite,
fue transcurriendo una jornada desconcertante,
donde el supuesto techo de azul niño,
se había desparramado entre las manos agrietadas
de unas nubes atropelladas en su celo
y atrapadas en la tristeza.
Vigilé entonces la noche,
con la esperanza de que los infinitos luceros
brillaran como nunca antes lo hicieron,
en espera que la ilusión de mi amor
me regalase el guiño de mi adorada luna.
Más mi cielo,
más allá de librarse de su color calcinado,
dejó que sus brasas se ahogaran en ceniza,
incomodó a la noche,
destruyó la voz de los luceros,
y apagó la linda luz de mi amada .
Decidí entonces incorporarme a ese camino
forjado de lado a lado a golpes de versos,
de citas hermosas y acompañantes únicos.
Tomé mi lápiz desgastado, mi libreta arrugada,
y me dediqué, como siempre lo hacía,
a desmadejar ovillos de palabras y frases
bordando lentamente unas líneas,
que luego, con la ayuda de mis acompañantes,
conseguí, consiguieron ataviarlos de versos.
Nunca llegué a saber de dónde surgió
ese rayito de luz que me iluminaba,
ni que fue de aquellos que me acompañaban,
un tal Federico, creo que Miguel se llamaba el campechano,
Pablo, por cierto con acento sudamericano,
y Antonio, qué tenía no sé qué lío con unas moscas.
¡Ah! y esa gente tan buena y tan cercana,
Ramón, Armilo, J.J., Rafel, Gustavo, Pilar, Concha,
Ricardo, Javier, Julio…
No sé de dónde surgieron,
ni dónde, ni como, desaparecieron.
Todo me pareció un misterio y aún hoy me lo parece.
Aquel día fue muy oscuro, muy triste,
muy abstracto.
No sé a ciencia cierta si existió o no lo hizo,
pero si puedo asegurarme que lo he vivido.
Por cierto, aquel cielo no llegó a llorar.
No recuerdo si yo lo hice…