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Nada ni nadie es la poesía.
Ni el personaje solo en una roca
que mira los embates
del mar. Ni el mar, lo único
que ha perdurado en la mitología.
Poesía no eres tú. Ni los crepúsculos,
ni el inútil prestigio de la rosa,
ni haber escrito el verso más triste alguna noche.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni el ínfimo temblor de las estrellas,
ni mármol y ceniza, reunidos por los clásicos,
ni los muelles al alba, ni las hojas muertas,
ni escuchar la canción Les feuilles mortes.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni las cartas de Rilke, ni Venecia,
ni la bala en la sien de Maiacovski,
ni la luz del farol entre la niebla
donde siempre esperará Lili Marlene.
Nada ni nadie es la poesía,
pero ella es quién me salva de este monstruo
que acecha en un lugar dentro de mí,
la bestia que me hace compañía.
Re: Joan Margarit - Fulgores
Publicado: Lun, 25 May 2020 9:57
por Pablo Ibáñez
Francisco Enrique,
gracias por traer este poema de Margarit. Yo no lo conocía, me gusta mucho.
Abrazos.
Re: Joan Margarit - Fulgores
Publicado: Mar, 16 Jun 2020 21:42
por Julio Gonzalez Alonso
Me parece oportuno y de justicia rendir homenaje a Joan Margarit. A mí también me gusta, quizás más en catalán que en español. Un magnífico, grande y sencillo poeta. Salud.
Re: Joan Margarit - Fulgores
Publicado: Sab, 05 Sep 2020 9:19
por F. Enrique
Tenía tanto miedo
a tener que dejarte sola un día.
Por débil y pequeña que la luz
sea en la oscuridad, es mi consuelo:
no habrá más desamparo ya que el mío.
(Joan Margarit - Mientras tú duermes)
Muchas gracias, Pablo. He conocido a Joan Margarit a raíz de que le concedieran el Cervantes, pensé que era muy merecido, destaco la aportación tan interesante y valiosa de traducirse a sí mismo y la relación tan sensata y asumida que establece entre sus dos lenguas. De lo que he leído de él me han emocionado especialmente los poemas de"Joana", y eso que su poesía está siempre embargada por la emoción aunque, curiosamente, expresada desde la calma estoica de quien parece que ya nada espera pero no sabe cómo perder la esperanza.
Los poemas dedicados a su hija Joana, fallecida prematuramente aquejada desde la cuna de una rara enfermedad que le afectaba mental y físicamente y que no impidió que afloraran en ella un gusto desmesurado por la música y una ternura infinita que él supo recoger con hondura y un amor inmenso. Nada que ver con el comportamiento indigno y vergonzoso que tuvieron Arthur Miller y Neruda que no quisieron afrontar los problemas de sus respectivos hijos; Daniel y Marina, y se desentendieron de ellos. Es posible que el comportamiento valiente, sincero y lleno de cariño hacia Joana (y también de su esposa) sea el poema más perdurable que nos podrá dejar el gran poeta.
Re: Joan Margarit - Fulgores
Publicado: Sab, 05 Sep 2020 10:26
por F. Enrique
Mientras cuento la historia para mí,
miro los últimos pájaros que pintaste.
Aquí, en el lado lóbrego del muro,
¿de qué forma podría pagar esta ilusión
de sentirte en la brisa de un instante?
(Joan Margarit - Cuadro con pájaros)
Volver a leer a Margarit esta mañana, de una forma un tanto apresurada y buscando algunos versos que nos dieran una medida de su contenida pasión, tiene para mí un efecto balsámico, quizás el poeta catalán quiera decirme que la ansiedad y la angustia no son el camino para liberarse de una carga sino que añaden cadenas. Pienso que las traducciones que Margarit de sus propios poemas al castellano son dignas de estudio; un hecho poco frecuente que explora con libertad y dedicación. Reconozco que mi torpeza con los idiomas ajenos al nuestro me desarma, hace que me enamore de una buena traducción, aunque en este caso tendríamos que inventar una palabra nueva, ya que esa no la define con precisión. En este menester considero que sus aportaciones son muy valiosas porque Margarit se reinterpreta a sí mismo, y lo hace consiguiendo una mágica mixtura de expresiones que solo podría utilizar un catalán bilingüe de los que admiten, sin sacar pecho ni sentir vergüenza, que las circunstancias les han dotado de dos instrumentos que alientan profundamente al privilegio de pensar, ese que han perdido los nacionalistas radicales. Las versiones (tampoco veo apropiada esta palabra, pero se acerca más) de Margarit están llenas de encanto, además la diferencia temporal e incluso anímica entre el original y lo traducido provoca una añadidura de matices que, en poemas determinados, hacen pensar que la versión en castellano tiene calidad de obra de arte definitiva, pulida, trabajada, siendo, en esos casos, la catalana un último boceto magistral que supera, a veces, al cuadro que se expone en los museos.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni el personaje solo en una roca
que mira los embates
del mar. Ni el mar, lo único
que ha perdurado en la mitología.
Poesía no eres tú. Ni los crepúsculos,
ni el inútil prestigio de la rosa,
ni haber escrito el verso más triste alguna noche.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni el ínfimo temblor de las estrellas,
ni mármol y ceniza, reunidos por los clásicos,
ni los muelles al alba, ni las hojas muertas,
ni escuchar la canción Les feuilles mortes.
Nada ni nadie es la poesía.
Ni las cartas de Rilke, ni Venecia,
ni la bala en la sien de Maiacovski,
ni la luz del farol entre la niebla
donde siempre esperará Lili Marlene.
Nada ni nadie es la poesía,
pero ella es quién me salva de este monstruo
que acecha en un lugar dentro de mí,
la bestia que me hace compañía.
Plegaria
Nada ni nadie es la poesía.
(Joan Margarit)
y destroza a pedradas
el castillo de arena y cicatrices
que a diario restauras
en alguna bahía de mi olvido.
(Katy Parra – Coma idílico).
Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la voz cavernosa de Tom Waits
diciendo que sin ti
no existe la primavera,
ni en la mirada que arrancara su latido.
No está en la plegaria que cubrió tus ojos
con la melodía desenfrenada
de Patti Smith
cuando añora,
en medio de un sueño,
la ausencia perdida en el llanto de su madre.
Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la última huella de Jim Morrison
en los versos procelosos
que no escribió en París,
ni en la mirada abstracta
de los fríos calcetines de Pavese,
ni en la voz niña y triste de una violeta enamorada,
ni en los besos que aún permanecen en tu boca,
nada ni nadie sabe dónde está la poesía,
adónde van las palabras que nunca se dijeron
y siguen esparcidas en el aire que abrazas,
adónde los pasos que siempre me conducen
del puerto hacia la niebla
donde brota la herida que nunca acaba,
donde habita tu rostro,
donde espera
el vestido que llevaste en la aurora,
la huella de la cruz de tu mirada,
el miércoles de ceniza que se posó en mi frente.
Cultura Poesía de resistencia,
11 poemas imprescindibles de Joan Margarit, el Cervantes que lucha por la dignidad del catalán
El autor, recién galardonado, cree que la poesía debe ser cruel, hasta la más bella; y entiende la libertad como "un rey saliendo en tren hacia el exilio".
14 noviembre, 2019 17:52
Catalán Premio Nacional de Poesía Poesía Francisco Franco Amor Premio Cervantes Cultura Lorena G. Maldonado
"Mirabas siempre hacia adelante / como si allí estuviese el mar", escribía Joan Margarit, honrado hoy con el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras españolas, dotado con 125.000 euros. En otra ocasión recomendaba no tirar nunca las cartas de amor -"ellas no te abandonarán"- y algunas tardes se dirigía al lector, ese ser etéreo pero siempre presente, como la Rebecca de Hitchcock, para entregarle todo lo que alguna vez poseyó: "Tuyas serán las mujeres que amé / y que nunca he perdido, pese al viento / cruel de los años, y tuyo el enigma / de la isla del tesoro".
Dice el poeta que le interesa la cultura, porque lo demás "ya no tiene solución". Dice que España le da miedo desde los Reyes Católicos. Dice que el lenguaje poético no es lo que la gente piensa -nada de dulzón, bobo, pusilánime-: el lenguaje poético, subraya, es el más duro de todos. Dice que lo que importa decir en los poemas está dentro: ya basta de buscarlo fuera. Dice que las dos personas que le conformaron no sabían leer ni escribir: su abuela y su hija Joana.
A menudo se dirige en sus versos a este último amor, ya fallecido, y que sufrió el síndrome de Rubinstein-Taybe durante treinta años. Aún cree que sin la poesía, el hombre se encuentra a la intemperie. Cree que el poeta es el gran pragmático, no el economista. Cree que la poesía debe ser cruel, hasta la más bella. El jurado que le ha premiado en esta ocasión -ya cuenta Margarit con otros nobles reconocimientos, como el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana- ha valorado su capacidad de enriquecer "tanto la lengua española como la lengua catalana", y apunta que "representa la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal de gran maestría".
Y es cierto: el romance de Margarit con la lengua es intenso pero problemático. Siempre se expresó tanto en castellano como en catalán, pero, como él recuerda, "no hay ningún gran poeta que no escriba primero en la materna". Reconoce sus espinas en uno de sus poemas, llamado Dignidat: el castellano no tiene la culpa de su fortaleza "y menos todavía, de mi debilidad". El catalán le es una morada vieja llena de canciones hermosas: ellas seguro se salvarán.
Sus padres se casaron en 1936, el julio aquel en que dio comienzo la guerra civil. Cuando tenía cinco años, un señor uniformado le golpeó "por no hablar en cristiano". Hoy sigue creyendo, como antes -como siempre- que la libertad es ir indocumentado. Un rey saliendo en tren hacia el exilio. Hacer el amor en los parques o las palabras 'república' y 'civil'. Aún milita. Aún resiste. Es de esos hombres únicos que tiene más poder en las yemas de los dedos que en los puños. Aquí once de sus mejores poemas.
1. Separado
La casa se abre a una acera
donde no me espera nadie.
Aquí sin ti. Un extraño.
Fue aquí donde me extravié.
Paseo sin mí, contigo.
Mi sombra es sólo un error,
viene de sitios más gélidos:
tu corazón y tus manos.
Es por lo que me marché.
La vida desconocida
yo la he vivido sin ti.
A tu lado.
2. Faros en la noche
Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.
Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
"Je ne regrette rien", canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fría de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.
3. Cosas en común
Habernos conocido
un otoño en un tren que iba vacío;
La radiante, aunque cruel
promesa del deseo.
La cicatriz de la melancolía
y el viejo afecto con el que entendemos
los motivos del lobo.
La luna que acompaña al tren nocturno
Barcelona-París.
Un cuchillo de luz para los crímenes
que por amor debemos cometer.
Nuestra maldita e inocente suerte.
La voz del mar, que siempre te dirá
dónde estoy, porque es nuestro confidente.
Los poemas, que son cartas anónimas
escritas desde donde no imaginas
a la misma muchacha que un otoño
conocí en aquel tren que iba vacío.
4. No tires las cartas de amor
No tires las cartas de amor
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
5. Nuestro tiempo
Cuando nos dimos cuenta, ya estaba en las ventanas,