Gustavo Casado escribió:Muy buen poema, Óscar; lleno de pasajes emotivos y tan sencillamente descriptos sin perder potencia poética. Me gustó mucho.
Un abrazo.
Pues, gracias compañero. Eres muy amable.
Un abrazo de amistad.
Óscar
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Gustavo Casado escribió:Muy buen poema, Óscar; lleno de pasajes emotivos y tan sencillamente descriptos sin perder potencia poética. Me gustó mucho.
Un abrazo.
Óscar Distéfano escribió:Sonata para mi padre ausente
En la siesta, mientras dormías, cogí tu bicicleta
para ser como tú, para sentir el vértigo
—al igual que tú todas las mañanas—
por la escarpada calle principal de nuestro barrio
que conducía al centro.
Enclaustrado en el duro abismo
de la memoria, en el reposo interminable,
sigues pintando canas en tu barba crecida,
negándome tus voces indelebles.
Hace una sequía de siglos que no moja
el agua de tus verdes ojos;
y el silencio fatal, el aura de tu risa,
se convierte en lacerantes chillidos de pájaros,
en quejumbroso eco de canciones últimas.
En mi memoria, en las noches de invierno,
tu cotidianeidad exhuma antimateria.
La vida sin ti se parece
a un vetusto tractor abandonado de aquel aserradero.
El árbol que talabas (cuando los bosques no lloraban
aún el exterminio y eran derroche de los siglos)
está aquí, hecho leñas de la eternidad,
murmullos de sus hojas en el bosque de nubes infinitas.
Su raíz sigue creciendo aferrada a las baldosas,
haciéndose kilómetros detrás de mi añoranza,
creciendo como el lapso de tu ausencia.
Retorna en esta noche y siéntate a jugar
conmigo a la baraja, quiero oír tus anécdotas de joven,
cuando aprendías a besar los senos de las vírgenes,
cuando la vida no te dio
aún tu merecido.
Estoy aquí resucitándote,
y tú no reconoces el milagro,
solo quieres tu fría eternidad,
solo quieres al huérfano con sus palabras tristes,
y me has olvidado.
Cuántos recuerdos remueven mi memoria al leerte Oscar, mi padre tambien andaba en bicicleta, aún en las calles de tierra colorada y yo aprendi a pedalear en las tardes calurosas de enero, por ese entonces,Óscar Distéfano escribió:Sonata para mi padre ausente
En la siesta, mientras dormías, cogí tu bicicleta
para ser como tú, para sentir el vértigo
—al igual que tú todas las mañanas—
por la escarpada calle principal de nuestro barrio
que conducía al centro.
Enclaustrado en el duro abismo
de la memoria, en el reposo interminable,
sigues pintando canas en tu barba crecida,
negándome tus voces indelebles.
Hace una sequía de siglos que no moja
el agua de tus verdes ojos;
y el silencio fatal, el aura de tu risa,
se convierte en lacerantes chillidos de pájaros,
en quejumbroso eco de canciones últimas.
En mi memoria, en las noches de invierno,
tu cotidianeidad exhuma antimateria.
La vida sin ti se parece
a un vetusto tractor abandonado de aquel aserradero.
El árbol que talabas (cuando los bosques no lloraban
aún el exterminio y eran derroche de los siglos)
está aquí, hecho leñas de la eternidad,
murmullos de sus hojas en el bosque de nubes infinitas.
Su raíz sigue creciendo aferrada a las baldosas,
haciéndose kilómetros detrás de mi añoranza,
creciendo como el lapso de tu ausencia.
Retorna en esta noche y siéntate a jugar
conmigo a la baraja, quiero oír tus anécdotas de joven,
cuando aprendías a besar los senos de las vírgenes,
cuando la vida no te dio
aún tu merecido.
Estoy aquí resucitándote,
y tú no reconoces el milagro,
solo quieres tu fría eternidad,
solo quieres al huérfano con sus palabras tristes,
y me has olvidado.
Óscar Distéfano escribió:Sonata para mi padre ausente
En la siesta, mientras dormías, cogí tu bicicleta
para ser como tú, para sentir el vértigo
—al igual que tú todas las mañanas—
por la escarpada calle principal de nuestro barrio
que conducía al centro.
Enclaustrado en el duro abismo
de la memoria, en el reposo interminable,
sigues pintando canas en tu barba crecida,
negándome tus voces indelebles.
Hace una sequía de siglos que no moja
el agua de tus verdes ojos;
y el silencio fatal, el aura de tu risa,
se convierte en lacerantes chillidos de pájaros,
en quejumbroso eco de canciones últimas.
En mi memoria, en las noches de invierno,
tu cotidianeidad exhuma antimateria.
La vida sin ti se parece
a un vetusto tractor abandonado de aquel aserradero.
El árbol que talabas (cuando los bosques no lloraban
aún el exterminio y eran derroche de los siglos)
está aquí, hecho leñas de la eternidad,
murmullos de sus hojas en el bosque de nubes infinitas.
Su raíz sigue creciendo aferrada a las baldosas,
haciéndose kilómetros detrás de mi añoranza,
creciendo como el lapso de tu ausencia.
Retorna en esta noche y siéntate a jugar
conmigo a la baraja, quiero oír tus anécdotas de joven,
cuando aprendías a besar los senos de las vírgenes,
cuando la vida no te dio
aún tu merecido.
Estoy aquí resucitándote,
y tú no reconoces el milagro,
solo quieres tu fría eternidad,
solo quieres al huérfano con sus palabras tristes,
y me has olvidado.
Óscar Distéfano escribió:
Sonata para mi padre ausente
En la siesta, mientras dormías, cogí tu bicicleta
para ser como tú, para sentir el vértigo
—al igual que tú todas las mañanas—
por la escarpada calle principal de nuestro barrio
que conducía al centro.
La vida sin ti se parece
a un vetusto tractor abandonado de aquel aserradero.
Retorna en esta noche y siéntate a jugar
conmigo a la baraja, quiero oír tus anécdotas de joven,
cuando aprendías a besar los senos de las vírgenes,
cuando la vida no te dio
aún tu merecido.
Estoy aquí resucitándote,
y tú no reconoces el milagro,
solo quieres tu fría eternidad,
solo quieres al huérfano con sus palabras tristes,
y me has olvidado.