Ridículo Práctico
Publicado: Mié, 06 May 2020 22:45
Hoy va a ser el principio del fin para Manolo y Carmen. Un matrimonio, bien avenido, que no conocía el mejor refrán de mi madre; dice así:
A mayor número de personas haciendo el ridículo, menor ridículo se siente, y no por ello deja de ser ridículo.
Hoy les va a separa una bolsa de plástico con la forma de un acordeón sin fuelle.
—Pero, Manolo, haz el favor, métete debajo del paraguas. ¿No ves cómo llueve? Que pareces tonto, alma de cántaro.
¡Toma, Zasca! Para abrir boca.
—¡Que no, que yo voy bien así!
grito primario del hombre desde que el mundo es mundo.
—Te creerás que vas tan guapo con una bolsa en la cabeza. ¿No ves que te está mirando todo el mundo?
—Si llevo una bolsa es porque así me mojo menos.
—Anda, métete debajo del paraguas, no me hagas montar un espectáculo.
—Que te he dicho que no.
—¿Pero te has visto? Creerás que estás tan guapo asomando tus orejas por las asas de la bolsa.
—Por lo menos no me mojo el pelo.
—Huy, Manolo, que tú ya sabes cómo soy cuando me enfado.
—Ni te enfades ni no te enfades. Yo no me meto debajo del paraguas. Además, cualquiera va contigo ahí debajo.
Manolo va a ir derechito al cadalso con nudo corredizo incluido…
—¿Qué insinúas?¿Qué si yo llevo el paraguas te vas a mojar?
—Ahí te he visto, Carmen, ahí te he visto muy aguda.
—Porque nos está mirando todo el mundo, que, si no, te deslomaba de un paraguazo ahora mismo. ¡Tú no eres un hombre! Habrás visto tú muchos hombres que tengan miedo a mojarse.
—Seré más o menos hombre, pero así no me mojo.
—¡Cállate! Mira esos niños, se están riendo de ti.
—Déjales, si así son felices. Yo creo que lo que más te molesta es que la bolsa sea del Carrefur y no de una de esas boutiques de tus amigas. Si ellas supieran que te compras todo en el mercadillo...
La cortina de lluvia se intensificaba por momentos. Parecía una maldición gitana, equiparable al entierro de Zafra*. El aire arrecia y se junta con la pertinaz lluvia.
—¡Ay, ay mi pecho, Manolo! ¿No ves que me va a dar algo?
—Anda, Carmen, déjate de tonterías, que el dolor de pecho ya lo tengo muy visto y ya no te funciona.
—¡Manolo, agárrate bien al paraguas que se me resbala! ¿Manoloooo, qué te agarres!
—Bastante tengo yo con la bolsa como para agarrar paraguas.
—¡A tomar por saco el paraguas! Se me va a estropear la permanente por tu culpa y mira por donde va, ha ido a parar al río.
—Mira, amorcito, aquí tengo otra bolsa y esta vez es del Ikea.
—¿No pretenderás que me ponga yo una bolsa! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
—¿Prefieres mojarte?
—No, no es eso. Es que es ridículo
—Venga, cariñin, mi cariñin. La luz que ilumina el día. La flor que mejor huele de mi jardín.
—Ya que me lo pides así, lo haré.
—¿Ves? Tú estás guapísima hasta con una bolsa de basura en la cabeza. Y si es del Ikea mucho más.
Meses después Carmen y Manolo obtendrán el divorcio. Cosa por otro lado normal.
En qué cabeza cabe que un hombre diga a su mujer que está guapa con una bolsa en la cabeza. Simplemente en la cabeza que cabría en una bolsa capuchera.
A mayor número de personas haciendo el ridículo, menor ridículo se siente, y no por ello deja de ser ridículo.
Hoy les va a separa una bolsa de plástico con la forma de un acordeón sin fuelle.
—Pero, Manolo, haz el favor, métete debajo del paraguas. ¿No ves cómo llueve? Que pareces tonto, alma de cántaro.
¡Toma, Zasca! Para abrir boca.
—¡Que no, que yo voy bien así!
grito primario del hombre desde que el mundo es mundo.
—Te creerás que vas tan guapo con una bolsa en la cabeza. ¿No ves que te está mirando todo el mundo?
—Si llevo una bolsa es porque así me mojo menos.
—Anda, métete debajo del paraguas, no me hagas montar un espectáculo.
—Que te he dicho que no.
—¿Pero te has visto? Creerás que estás tan guapo asomando tus orejas por las asas de la bolsa.
—Por lo menos no me mojo el pelo.
—Huy, Manolo, que tú ya sabes cómo soy cuando me enfado.
—Ni te enfades ni no te enfades. Yo no me meto debajo del paraguas. Además, cualquiera va contigo ahí debajo.
Manolo va a ir derechito al cadalso con nudo corredizo incluido…
—¿Qué insinúas?¿Qué si yo llevo el paraguas te vas a mojar?
—Ahí te he visto, Carmen, ahí te he visto muy aguda.
—Porque nos está mirando todo el mundo, que, si no, te deslomaba de un paraguazo ahora mismo. ¡Tú no eres un hombre! Habrás visto tú muchos hombres que tengan miedo a mojarse.
—Seré más o menos hombre, pero así no me mojo.
—¡Cállate! Mira esos niños, se están riendo de ti.
—Déjales, si así son felices. Yo creo que lo que más te molesta es que la bolsa sea del Carrefur y no de una de esas boutiques de tus amigas. Si ellas supieran que te compras todo en el mercadillo...
La cortina de lluvia se intensificaba por momentos. Parecía una maldición gitana, equiparable al entierro de Zafra*. El aire arrecia y se junta con la pertinaz lluvia.
—¡Ay, ay mi pecho, Manolo! ¿No ves que me va a dar algo?
—Anda, Carmen, déjate de tonterías, que el dolor de pecho ya lo tengo muy visto y ya no te funciona.
—¡Manolo, agárrate bien al paraguas que se me resbala! ¿Manoloooo, qué te agarres!
—Bastante tengo yo con la bolsa como para agarrar paraguas.
—¡A tomar por saco el paraguas! Se me va a estropear la permanente por tu culpa y mira por donde va, ha ido a parar al río.
—Mira, amorcito, aquí tengo otra bolsa y esta vez es del Ikea.
—¿No pretenderás que me ponga yo una bolsa! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
—¿Prefieres mojarte?
—No, no es eso. Es que es ridículo
—Venga, cariñin, mi cariñin. La luz que ilumina el día. La flor que mejor huele de mi jardín.
—Ya que me lo pides así, lo haré.
—¿Ves? Tú estás guapísima hasta con una bolsa de basura en la cabeza. Y si es del Ikea mucho más.
Meses después Carmen y Manolo obtendrán el divorcio. Cosa por otro lado normal.
En qué cabeza cabe que un hombre diga a su mujer que está guapa con una bolsa en la cabeza. Simplemente en la cabeza que cabría en una bolsa capuchera.