Editorial Alaire

Ayer decidí tirar el sol al suelo
aderezarlo de polvo
de una tierra agonizante.

Creí que podía con todo y todo lo intenté.

Intenté machacar los astros,
convertirlos en especias
y esparcirlos por todos los cielos.

Y seguía creyendo en conseguirlo.

Até las nubes,
pude arrastrarlas hasta conseguir amarrarlas
en los tallos, que secos, aún permanecían.

Mi mente tan solo pensaba en conseguirlo.

Logré embolsar el aire
y fui dejando que refrescara, poco a poco, el ambiente,
pero se fue oscureciendo, ahogando.

Yo mantenía la esperanza. Continué con el intento.

Colmé una tinaja de agua marina,
para levantar el portillo de los ríos,
pero no existía caudal donde poder vaciarla.

… La esperanza comenzaba a no dar tregua.

Traté de cargar capazos de tierra,
para alimentar el terreno de cultivos,
pero estaban agrietados, secos… sin savia.

Me di cuenta,
no había posibilidad, no había sustento,
no había esperanza,
no quedaba vida.

Decidí entonces soltar al sol,
dejé en libertad a los astros,
desaté las nubes y desembolsé el aire,
dejé libre a un mar deteriorado…

Tan solo me quedaba una tierra herida,
el desconsuelo de no conseguirlo,
y unas cuantas lágrimas
que dejé caer sobre ella.

Hoy, casi una vida después,
aún sigue creciendo en ese lugar
un tallo de esperanza.

Pero apenas queda naturaleza
que lo acompañe.

… Y aún se sigue creyendo.

Alejandro Costa escribió:Ayer decidí tirar el sol al suelo
aderezarlo de polvo
de una tierra agonizante.

Creí que podía con todo y todo lo intenté.

Intenté machacar los astros,
convertirlos en especias
y esparcirlos por todos los cielos.

Y seguía creyendo en conseguirlo.

Até las nubes,
pude arrastrarlas hasta conseguir amarrarlas
en los tallos, que secos, aún permanecían.

Mi mente tan solo pensaba en conseguirlo.

Logré embolsar el aire
y fui dejando que refrescara, poco a poco, el ambiente,
pero se fue oscureciendo, ahogando.

Yo mantenía la esperanza. Continué con el intento.

Colmé una tinaja de agua marina,
para levantar el portillo de los ríos,
pero no existía caudal donde poder vaciarla.

… La esperanza comenzaba a no dar tregua.

Traté de cargar capazos de tierra,
para alimentar el terreno de cultivos,
pero estaban agrietados, secos… sin savia.

Me di cuenta,
no había posibilidad, no había sustento,
no había esperanza,
no quedaba vida.

Decidí entonces soltar al sol,
dejé en libertad a los astros,
desaté las nubes y desembolsé el aire,
dejé libre a un mar deteriorado…

Tan solo me quedaba una tierra herida,
el desconsuelo de no conseguirlo,
y unas cuantas lágrimas
que dejé caer sobre ella.

Hoy, casi una vida después,
aún sigue creciendo en ese lugar
un tallo de esperanza.

Pero apenas queda naturaleza
que lo acompañe.

… Y aún se sigue creyendo.

Alejandro

Caray! magnífico poema
lo disfruté plenamente


Un abrazo fuerte

Salud y felicidad, amigo

Muy bueno poema, Alejandro. Intenso como el empeño que se pone en hacer posible lo que parece imposible.
Todo un placer de lectura.

Un fuerte abrazo.

Tu constancia en todo el poema, se reafirma en los últimos versos de tan magnífico trabajo poético. Por ello, va mi felicitación sincera, querido compañero y amigo mío.

Desde la soledad de mi isla, un cordial abrazo.

José Manuel F. Febles

Un excelente poema en el que el autor, deja muy claro la poca capacidad del hombre para poner en prácticas sus ideas o sus sueños; nada somos, estimado amigo, aunque a veces nos creamos dueños del mundo y capaz de detener su marcha, finalmente hemos de darle libertad y quedarnos a solas con nuestras lágrimas de impotencia.
Aplausos prolongados.

Alejandro Costa escribió:Ayer decidí tirar el sol al suelo
aderezarlo de polvo
de una tierra agonizante.

Creí que podía con todo y todo lo intenté.

Intenté machacar los astros,
convertirlos en especias
y esparcirlos por todos los cielos.

Y seguía creyendo en conseguirlo.

Até las nubes,
pude arrastrarlas hasta conseguir amarrarlas
en los tallos, que secos, aún permanecían.

Mi mente tan solo pensaba en conseguirlo.

Logré embolsar el aire
y fui dejando que refrescara, poco a poco, el ambiente,
pero se fue oscureciendo, ahogando.

Yo mantenía la esperanza. Continué con el intento.

Colmé una tinaja de agua marina,
para levantar el portillo de los ríos,
pero no existía caudal donde poder vaciarla.

… La esperanza comenzaba a no dar tregua.

Traté de cargar capazos de tierra,
para alimentar el terreno de cultivos,
pero estaban agrietados, secos… sin savia.

Me di cuenta,
no había posibilidad, no había sustento,
no había esperanza,
no quedaba vida.

Decidí entonces soltar al sol,
dejé en libertad a los astros,
desaté las nubes y desembolsé el aire,
dejé libre a un mar deteriorado…

Tan solo me quedaba una tierra herida,
el desconsuelo de no conseguirlo,
y unas cuantas lágrimas
que dejé caer sobre ella.

Hoy, casi una vida después,
aún sigue creciendo en ese lugar
un tallo de esperanza.

Pero apenas queda naturaleza
que lo acompañe.

… Y aún se sigue creyendo.

Muy hermoso el canto, con todo lo agridulce del azul
Un abrazo, amigo

La esperanza hay que conservarla. Muy plástico el poema para expresar la dificultad de la vida.
Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar

Arriba con este hermoso trabajo, amigo Alejandro.
Abrazos.

Ricardo Serna G escribió:

Alejandro Costa escribió:Ayer decidí tirar el sol al suelo
aderezarlo de polvo
de una tierra agonizante.

Creí que podía con todo y todo lo intenté.

Intenté machacar los astros,
convertirlos en especias
y esparcirlos por todos los cielos.

Y seguía creyendo en conseguirlo.

Até las nubes,
pude arrastrarlas hasta conseguir amarrarlas
en los tallos, que secos, aún permanecían.

Mi mente tan solo pensaba en conseguirlo.

Logré embolsar el aire
y fui dejando que refrescara, poco a poco, el ambiente,
pero se fue oscureciendo, ahogando.

Yo mantenía la esperanza. Continué con el intento.

Colmé una tinaja de agua marina,
para levantar el portillo de los ríos,
pero no existía caudal donde poder vaciarla.

… La esperanza comenzaba a no dar tregua.

Traté de cargar capazos de tierra,
para alimentar el terreno de cultivos,
pero estaban agrietados, secos… sin savia.

Me di cuenta,
no había posibilidad, no había sustento,
no había esperanza,
no quedaba vida.

Decidí entonces soltar al sol,
dejé en libertad a los astros,
desaté las nubes y desembolsé el aire,
dejé libre a un mar deteriorado…

Tan solo me quedaba una tierra herida,
el desconsuelo de no conseguirlo,
y unas cuantas lágrimas
que dejé caer sobre ella.

Hoy, casi una vida después,
aún sigue creciendo en ese lugar
un tallo de esperanza.

Pero apenas queda naturaleza
que lo acompañe.

… Y aún se sigue creyendo.

Alejandro

Caray! magnífico poema
lo disfruté plenamente


Un abrazo fuerte

Salud y felicidad, amigo

Me alegro, Ricardo.

Un fuerte abrazo.

Ramón Castro Méndez escribió:Muy bueno poema, Alejandro. Intenso como el empeño que se pone en hacer posible lo que parece imposible.
Todo un placer de lectura.

Un fuerte abrazo.

Muchas gracias, Ramón.

Un abrazo.

José Manuel F. Febles escribió:Tu constancia en todo el poema, se reafirma en los últimos versos de tan magnífico trabajo poético. Por ello, va mi felicitación sincera, querido compañero y amigo mío.

Desde la soledad de mi isla, un cordial abrazo.

José Manuel F. Febles

Gracias, José Manuel.

Un abrazo.

Antonio Arjona escribió:Un excelente poema en el que el autor, deja muy claro la poca capacidad del hombre para poner en prácticas sus ideas o sus sueños; nada somos, estimado amigo, aunque a veces nos creamos dueños del mundo y capaz de detener su marcha, finalmente hemos de darle libertad y quedarnos a solas con nuestras lágrimas de impotencia.
Aplausos prolongados.

Nada somos y manos aún seremos si seguimos por el mismo camino.

Gracias por tu visita.

Un abrazo.

xaime oroza carballo escribió:

Alejandro Costa escribió:Ayer decidí tirar el sol al suelo
aderezarlo de polvo
de una tierra agonizante.

Creí que podía con todo y todo lo intenté.

Intenté machacar los astros,
convertirlos en especias
y esparcirlos por todos los cielos.

Y seguía creyendo en conseguirlo.

Até las nubes,
pude arrastrarlas hasta conseguir amarrarlas
en los tallos, que secos, aún permanecían.

Mi mente tan solo pensaba en conseguirlo.

Logré embolsar el aire
y fui dejando que refrescara, poco a poco, el ambiente,
pero se fue oscureciendo, ahogando.

Yo mantenía la esperanza. Continué con el intento.

Colmé una tinaja de agua marina,
para levantar el portillo de los ríos,
pero no existía caudal donde poder vaciarla.

… La esperanza comenzaba a no dar tregua.

Traté de cargar capazos de tierra,
para alimentar el terreno de cultivos,
pero estaban agrietados, secos… sin savia.

Me di cuenta,
no había posibilidad, no había sustento,
no había esperanza,
no quedaba vida.

Decidí entonces soltar al sol,
dejé en libertad a los astros,
desaté las nubes y desembolsé el aire,
dejé libre a un mar deteriorado…

Tan solo me quedaba una tierra herida,
el desconsuelo de no conseguirlo,
y unas cuantas lágrimas
que dejé caer sobre ella.

Hoy, casi una vida después,
aún sigue creciendo en ese lugar
un tallo de esperanza.

Pero apenas queda naturaleza
que lo acompañe.

… Y aún se sigue creyendo.

Muy hermoso el canto, con todo lo agridulce del azul
Un abrazo, amigo

Gracias.

Un abrazo.

Pilar Morte escribió:La esperanza hay que conservarla. Muy plástico el poema para expresar la dificultad de la vida.
Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar

Hay que conservarla, Pilar, pero me temo que el ser humano actual no sabe ni quiere hacerlo.

Así nos va.

Gracias por seguir a mi lado.

Un beso.

Rafel Calle escribió:Arriba con este hermoso trabajo, amigo Alejandro.
Abrazos.

Gracias, Rafel.

Un abrazo.