La muerte de Héctor (a Pablo Ibáñez)
Publicado: Jue, 30 Abr 2020 14:13
La muerte de Héctor
A Pablo Ibáñez
Aquiles, canta,
si antes reflejada,
ahora desatada e impedida
contra Héctor hipódamo,
él, que de la suya domador
al demandar una piedad equitativa que a ninguno falte
—Ilión valiente dentro de su broncíneo pecho
en pugna con un aqueo cobarde y homicida—
diciendo:
«Rompe, deiforme,
las no escritas leyes de la guerra
y no permitas a los perros aqueos
devorar mi cadáver,
sino acepta oro y bronce en abundancia
de mi casa paterna
y mi cuerpo le da a los troyanos,
y que entre los altos inexpugnables muros
de Ilión, la bien murada,
lo den al fuego, de flamante túnica,
y como resplandor, como suave humo
ascienda mi memoria
y se grabe en el cielo y en las mientes,
mientras yo bajo al reino del olvido».
A lo que Aquiles, el pastor de huestes,
oyéndolo le dijo:
«Ilión cobarde dentro de tu broncíneo pecho
en pugna con un aqueo valiente y homicida:
no los perros troyanos aullarán
con el olor de tu carne quemada
en una pira, de flamante túnica,
entre los altos sanguinolentos muros
de Ilión futura devastada por el fuego;
no por ocaso dar
a los solares ojos de Patroclo menecíada,
él, compañero de tantos homicida,
que merecía morir a manos de un valiente,
no de domada yegua,
sino por implorar a mis rodillas abrazado
y acariciando mi barba,
taladraré por detrás tus tendones de ambos pies
y, a zaga de mi bello carro de áureos ejes,
tu muerte esparciré por la llanura, de fértiles glebas,
y tu cuerpo, de bellos miembros,
daré al concento de los buitres de hambre alada
hasta que, al fin,
tus despojos,
los que quisiere defender Apolo,
a tus padres daré,
y tus padres, al fuego,
y el fuego, a la memoria,
para que funda tu valor antes que estaño
y sobre los de altivo ánimo troyanos
se pose la vergüenza por los siglos
de tributar exequias a un cobarde».
Y esto diciendo,
hundió una erguida noche por su cuello
la asta de fresno grave por el bronce.
A Pablo Ibáñez
¡Ahora sí que es Héctor mucho más blando de tocar!
(Homero, Ilíada, XXII, 373-374)
La cólera, oh musa, del pelida(Homero, Ilíada, XXII, 373-374)
Aquiles, canta,
si antes reflejada,
ahora desatada e impedida
contra Héctor hipódamo,
él, que de la suya domador
al demandar una piedad equitativa que a ninguno falte
—Ilión valiente dentro de su broncíneo pecho
en pugna con un aqueo cobarde y homicida—
diciendo:
«Rompe, deiforme,
las no escritas leyes de la guerra
y no permitas a los perros aqueos
devorar mi cadáver,
sino acepta oro y bronce en abundancia
de mi casa paterna
y mi cuerpo le da a los troyanos,
y que entre los altos inexpugnables muros
de Ilión, la bien murada,
lo den al fuego, de flamante túnica,
y como resplandor, como suave humo
ascienda mi memoria
y se grabe en el cielo y en las mientes,
mientras yo bajo al reino del olvido».
A lo que Aquiles, el pastor de huestes,
oyéndolo le dijo:
«Ilión cobarde dentro de tu broncíneo pecho
en pugna con un aqueo valiente y homicida:
no los perros troyanos aullarán
con el olor de tu carne quemada
en una pira, de flamante túnica,
entre los altos sanguinolentos muros
de Ilión futura devastada por el fuego;
no por ocaso dar
a los solares ojos de Patroclo menecíada,
él, compañero de tantos homicida,
que merecía morir a manos de un valiente,
no de domada yegua,
sino por implorar a mis rodillas abrazado
y acariciando mi barba,
taladraré por detrás tus tendones de ambos pies
y, a zaga de mi bello carro de áureos ejes,
tu muerte esparciré por la llanura, de fértiles glebas,
y tu cuerpo, de bellos miembros,
daré al concento de los buitres de hambre alada
hasta que, al fin,
tus despojos,
los que quisiere defender Apolo,
a tus padres daré,
y tus padres, al fuego,
y el fuego, a la memoria,
para que funda tu valor antes que estaño
y sobre los de altivo ánimo troyanos
se pose la vergüenza por los siglos
de tributar exequias a un cobarde».
Y esto diciendo,
hundió una erguida noche por su cuello
la asta de fresno grave por el bronce.