Momentos de inquietud
Publicado: Mié, 22 Abr 2020 20:28
Hay días que me siento gravitar sobre una incógnita,
cuando mi fragilidad esquiva el cerco de la muerte
y advierte un presagio de melancolía como si fuera
una resurrección que exige su cuota de memoria
y va reanimando la nostalgia en mis latidos.
Ahora me niego a ponerle excusas a la vida,
dejo que fluya el instante y procuro ser feliz,
aunque se manifiesten sombríos nubarrones
y un rayo de fatalidad proyectan descargar
sobre mis sueños y no permiten que en libertad
caminen buscando sus propios horizontes para
que animosos encuentren la inmensa dicha de vivir.
Siempre voy con mi manual de soledades que instruyen
a un hombre deshabitado y recluido en una isla
de recuerdos que conocen hasta su última decepción,
y que soporta el vértigo del vacío, pero jamás renuncia
a existir, aunque tenga arrugas en el alma y a su piel
la haya ocupado a perpetuidad el frío de los años
que duelen como un amanecer herido por la escarcha.
Con máscaras me abrigo, arrullo mi angustia en la ternura,
y pretendo hallar esos momentos incendiarios
como si fueran puñales de pasión clavados en la carne.
Nada importa convertirme en un pulso de ceniza,
y esparcirme como un soplo de prófuga inquietud,
mientras añore la inmortalidad, aunque me vigilen
umbrías espirales y sienta que el miedo me amordaza,
pero aún así, en la trinchera del silencio me refugio
y escribo con la obligación de salvarme del olvido.
cuando mi fragilidad esquiva el cerco de la muerte
y advierte un presagio de melancolía como si fuera
una resurrección que exige su cuota de memoria
y va reanimando la nostalgia en mis latidos.
Ahora me niego a ponerle excusas a la vida,
dejo que fluya el instante y procuro ser feliz,
aunque se manifiesten sombríos nubarrones
y un rayo de fatalidad proyectan descargar
sobre mis sueños y no permiten que en libertad
caminen buscando sus propios horizontes para
que animosos encuentren la inmensa dicha de vivir.
Siempre voy con mi manual de soledades que instruyen
a un hombre deshabitado y recluido en una isla
de recuerdos que conocen hasta su última decepción,
y que soporta el vértigo del vacío, pero jamás renuncia
a existir, aunque tenga arrugas en el alma y a su piel
la haya ocupado a perpetuidad el frío de los años
que duelen como un amanecer herido por la escarcha.
Con máscaras me abrigo, arrullo mi angustia en la ternura,
y pretendo hallar esos momentos incendiarios
como si fueran puñales de pasión clavados en la carne.
Nada importa convertirme en un pulso de ceniza,
y esparcirme como un soplo de prófuga inquietud,
mientras añore la inmortalidad, aunque me vigilen
umbrías espirales y sienta que el miedo me amordaza,
pero aún así, en la trinchera del silencio me refugio
y escribo con la obligación de salvarme del olvido.