Re: Láurea
Publicado: Mié, 22 Abr 2020 14:40
Esa combada escarcha
acomodó su cuerpo
en lo alto del ramaje,
-¡cáliz desamorado!-
siendo epístola innífuga
del susurro del río,
levantó al viento en coro.
Altitonante lino,
linfa del seno de la fuente, canícula
de las constelaciones,
aró el arroyo. Caminó cien labios
tendidos, alfombrando
el suelo con sudor.
Alfójar de mujer,
quijada de famélico,
"sobrerroció" sin sonrisa el vidrio
cortante y lucífugo.
En mitad de su gesta, y el albor,
como un rayo sin trueno
reparando en su esencia,
cristalizó el imperio de los cielos.
El ponto, a borbotones.
Los ríos, rumorosos.
¿Qué misiva? ¿Y a quién hacer llegar aquel helicoidal papiro?
¿Esta natura hablada por los sátiros?
¡Que la vena me asista en su prístino arrullo!
Al primer resplandor, se diluyó
la carta, aprehensiva en las alas, desgranada en la voz.
Y el circunfuso orbe,
y el antro que andrajoso
-pues nunca tanto hielo, nacida en el Parnaso, pudo helar Hipocrena-,
vino a herir a los huéspedes
del Leteo -Congela la memoria.-,
sobre azules y gloria,
hasta que puso fin
al Tártaro.
¡Oh, crucífera aurora, has orlado con dientes
serpentinos las breñas!
¡El espítu unánime del olimpo recae en lo intangible,
de suave,
terciopelo de vida al más allá!
acomodó su cuerpo
en lo alto del ramaje,
-¡cáliz desamorado!-
siendo epístola innífuga
del susurro del río,
levantó al viento en coro.
Altitonante lino,
linfa del seno de la fuente, canícula
de las constelaciones,
aró el arroyo. Caminó cien labios
tendidos, alfombrando
el suelo con sudor.
Alfójar de mujer,
quijada de famélico,
"sobrerroció" sin sonrisa el vidrio
cortante y lucífugo.
En mitad de su gesta, y el albor,
como un rayo sin trueno
reparando en su esencia,
cristalizó el imperio de los cielos.
El ponto, a borbotones.
Los ríos, rumorosos.
¿Qué misiva? ¿Y a quién hacer llegar aquel helicoidal papiro?
¿Esta natura hablada por los sátiros?
¡Que la vena me asista en su prístino arrullo!
Al primer resplandor, se diluyó
la carta, aprehensiva en las alas, desgranada en la voz.
Y el circunfuso orbe,
y el antro que andrajoso
-pues nunca tanto hielo, nacida en el Parnaso, pudo helar Hipocrena-,
vino a herir a los huéspedes
del Leteo -Congela la memoria.-,
sobre azules y gloria,
hasta que puso fin
al Tártaro.
¡Oh, crucífera aurora, has orlado con dientes
serpentinos las breñas!
¡El espítu unánime del olimpo recae en lo intangible,
de suave,
terciopelo de vida al más allá!