allá en un lugar olvidado
con sus nubes presagiosas
y el mirar desconcertante
de un ser, quizá inexistente,
cuando fui tentado por mi afamada locura romántica.
Quise contar las vidas y con ello las personas
que habitando en mi misma esfera,
nunca llegaré a conocer.
Fue que estando una vez a solas con mi desvarío,
teniendo como testigo la tenue brisa viajera,
cavilé sobre el amor que en tantos millones
de hombres y mujeres, desaparece con ellos
sin llegar a ser alimento para los necesitados.
¿A dónde irá el amor que no pudimos dar o recibir?
¿En qué lúgubre sepultura será pasto de gusanos
sin que estos se vistan de mariposas?
Caudal de sentimientos que vuelan sobre estratos
invisibles e inalcanzables, desecho de alimentos del alma
y hambruna de corazones que mueren por inanición.
Fue que nunca fue más necesario dar y recibir amor
antes de que una pandemia termine pudriéndolo
o entregándoselo al fuego del infierno de un paradójico helado crematorio.