MANTEQUILLA DE MARIHUANA
Publicado: Mié, 17 Sep 2008 21:35
Cuando parecía, por fin, todo ya escrito.
O que los sepulcros, por decir algo, habían extendido ya todas las dimensiones posibles.
Vienes, como un tango de Gardel,
como una intersección entre dos rectas,
como un lomo de cinco kilos.
Yo no puedo decirte que no,
porque me besas el cuello,
me tiras al suelo y casi me partes la cabeza,
porque tienes cara de ángel por muy maniqueista que digas que soy.
Porque tus tetas pequeñas combinan con mis ojos tristes
y has cruzado un oceano entero y me llamas bombón.
Y el daño que me haces.
Cuando tienes la brillante ocurrencia de comprar ocho botellas de vino,
de comer mantequilla de marihuana,
de hacerme recitar poemas solo para darme cuenta de lo lejos que estoy de los poemas.
Llegas a la conclusión de que soy el hombre más bello al que has besado.
Después de estar dos días sin ducharnos, peleando contra las estrellas.
Te gusta cuando digo: escribir es pelear contra las estrellas.
Nunca vas a ganar, pero cojones.
Estás peleando contra las estrellas.
Y me besas de nuevo en el cuello muy lento.
Y me extrapolo en tu cintura de avispa.
En tu culo de carne de Mendoza.
Y te permito que me hagas recitar poemas,
beber litros de vino,
comer mantequilla de marihuana y ver monstruos en los muebles.
Y sentir el miedo por primera vez en mi vida.
Te permito que beses a tus exnovios.
Que no contestes a mis llamadas.
Que vivas en el extrarradio.
Porque mis exnovias no se dejan besar,
siempre contesto a tus llamadas como un perro
y vivo en el centro.
Y gozas de tus dones como si fueran normales.
Y yo, ya sabes, a puñetazos con las estrellas,
con la hipocondría,
con el fregadero,
con el riguitón de los coches del centro.
Sabiendo que es probable que estés haciendo el amor con otro,
y masturbándome para estar un poco más cerca de vosotros dos.
Deseando que os intoxiqueis con mantequilla de marihuana.
O que los sepulcros, por decir algo, habían extendido ya todas las dimensiones posibles.
Vienes, como un tango de Gardel,
como una intersección entre dos rectas,
como un lomo de cinco kilos.
Yo no puedo decirte que no,
porque me besas el cuello,
me tiras al suelo y casi me partes la cabeza,
porque tienes cara de ángel por muy maniqueista que digas que soy.
Porque tus tetas pequeñas combinan con mis ojos tristes
y has cruzado un oceano entero y me llamas bombón.
Y el daño que me haces.
Cuando tienes la brillante ocurrencia de comprar ocho botellas de vino,
de comer mantequilla de marihuana,
de hacerme recitar poemas solo para darme cuenta de lo lejos que estoy de los poemas.
Llegas a la conclusión de que soy el hombre más bello al que has besado.
Después de estar dos días sin ducharnos, peleando contra las estrellas.
Te gusta cuando digo: escribir es pelear contra las estrellas.
Nunca vas a ganar, pero cojones.
Estás peleando contra las estrellas.
Y me besas de nuevo en el cuello muy lento.
Y me extrapolo en tu cintura de avispa.
En tu culo de carne de Mendoza.
Y te permito que me hagas recitar poemas,
beber litros de vino,
comer mantequilla de marihuana y ver monstruos en los muebles.
Y sentir el miedo por primera vez en mi vida.
Te permito que beses a tus exnovios.
Que no contestes a mis llamadas.
Que vivas en el extrarradio.
Porque mis exnovias no se dejan besar,
siempre contesto a tus llamadas como un perro
y vivo en el centro.
Y gozas de tus dones como si fueran normales.
Y yo, ya sabes, a puñetazos con las estrellas,
con la hipocondría,
con el fregadero,
con el riguitón de los coches del centro.
Sabiendo que es probable que estés haciendo el amor con otro,
y masturbándome para estar un poco más cerca de vosotros dos.
Deseando que os intoxiqueis con mantequilla de marihuana.