Un momento de Coronavirus
Publicado: Sab, 14 Mar 2020 0:59
Se impone la tristeza,
a esta hora en que mi propia sombra
parece que bailara un vals con el diablo.
Y todo se agota.
Todo duerme sobre la melancolía
igual que un presagio apocalíptico.
Y las horas pasan lentas, excesivamente lentas,
por eso se derrumban los cimientos de mi alma
y quiero abrazar la madrugada como si fuera
una amante desnuda que se insinúa
con sus pezones de miel.
Pero solo puedo respirar este vacío
a través de las arterias tóxicas del aire,
y voy deslizándome por el tobogán del tiempo,
y desciendo a la noche más oscura, allí
donde habitan los sueños en el país de la utopía.
Ahora hiede a sudor compartido en cama ajena,
a lluvia pestilente que cae sobre la ciudad fantasma
porque acecha un monstruo invisible
que siempre está predispuesto a devorarme.
Le hago frente con estas palabras empapadas de impotencia,
con este silencio cuyo filo corta como el frío
y nos va amputando la esperanza.
Aquí estoy, con la gangrena en mis ojos,
con el lenguaje quebrado de mi piel,
con la rabia haciéndose un río de lágrimas
que se desborda cuando nadie lo ve,
con la libertad sometida a la tiranía del miedo,
y resistiendo bajo el palio de una luz en cuarentena,
huérfano de besos, de abrazos, de caricias....
porque el pánico todo se lo ha llevado.
Ahora sólo queda permanecer en alerta,
como guerreros que comparten su derrota
y esperan que renazca de nuevo la alegría
después de haber abandonado la trinchera.
a esta hora en que mi propia sombra
parece que bailara un vals con el diablo.
Y todo se agota.
Todo duerme sobre la melancolía
igual que un presagio apocalíptico.
Y las horas pasan lentas, excesivamente lentas,
por eso se derrumban los cimientos de mi alma
y quiero abrazar la madrugada como si fuera
una amante desnuda que se insinúa
con sus pezones de miel.
Pero solo puedo respirar este vacío
a través de las arterias tóxicas del aire,
y voy deslizándome por el tobogán del tiempo,
y desciendo a la noche más oscura, allí
donde habitan los sueños en el país de la utopía.
Ahora hiede a sudor compartido en cama ajena,
a lluvia pestilente que cae sobre la ciudad fantasma
porque acecha un monstruo invisible
que siempre está predispuesto a devorarme.
Le hago frente con estas palabras empapadas de impotencia,
con este silencio cuyo filo corta como el frío
y nos va amputando la esperanza.
Aquí estoy, con la gangrena en mis ojos,
con el lenguaje quebrado de mi piel,
con la rabia haciéndose un río de lágrimas
que se desborda cuando nadie lo ve,
con la libertad sometida a la tiranía del miedo,
y resistiendo bajo el palio de una luz en cuarentena,
huérfano de besos, de abrazos, de caricias....
porque el pánico todo se lo ha llevado.
Ahora sólo queda permanecer en alerta,
como guerreros que comparten su derrota
y esperan que renazca de nuevo la alegría
después de haber abandonado la trinchera.