Crónica del olvido
Publicado: Mar, 03 Mar 2020 22:46
Nunca imaginaste que solo éramos una muerte presentida,
ni descubriste que huérfana de sonrisas, la tarde sollozaba.
Tú y yo fuimos embrión de una misma arcilla, atados por el barro.
Ahora sobre el viento escribo esta crónica que me deja el olvido,
cuando hieren las márgenes promiscuas de la carne
y mi alcoba es tan sólo un paisaje desértico y te confieso
que hay leyendas que aún me hablan de los gorriones que anidan
en la melancolía; o que la lluvia es una liturgia húmeda
que se desliza por mis labios cuando la noche estéril de promesas
desciende hacia el abismo de la nada. Y desolados se desvisten
los arcángeles que encima de mi sexo templan sus guitarras,
y suena sobre un pentagrama de quimeras esa cadencia antigua
que mi cuerpo baila y la boca se desnuda, se hace palabra obscena,
y sobre el estiércol del deseo el silencio proclama su victoria.
Quisiera con urgencia tallar un perfil carente de lisuras,
proyectarlo como un boceto luminoso que en días de tristeza
alumbre a esta nostalgia que bajo una piel infeliz se oculta.
Jamás huiré de la piedad aunque me niegue el vino que fluye por la sangre
y el sustento frutal que como huerto sagrado reclama mi abstinencia.
Necesito fundar otra ilusión, que progrese como una mascarada,
y que envuelva a mis proposiciones, aunque sea mentira y todo
estalle en mi dolor igual que si fuera una eclosión de primavera.
Aspiro a sentir clavado en mí tus incisivos como esa aguanieve
que sobre mí se vierte y queda reflejado un corazón en las pupilas
con su visión idílica que todo lo renueva y lo protege del naufragio.
Sólo el amor me podrá redimir de esta trinchera que al alba se despierta
como un presagio que al pulso del mediodía le desgarra y señala
los límites que llegan a donde los sueños de la infancia se han perdido.
ni descubriste que huérfana de sonrisas, la tarde sollozaba.
Tú y yo fuimos embrión de una misma arcilla, atados por el barro.
Ahora sobre el viento escribo esta crónica que me deja el olvido,
cuando hieren las márgenes promiscuas de la carne
y mi alcoba es tan sólo un paisaje desértico y te confieso
que hay leyendas que aún me hablan de los gorriones que anidan
en la melancolía; o que la lluvia es una liturgia húmeda
que se desliza por mis labios cuando la noche estéril de promesas
desciende hacia el abismo de la nada. Y desolados se desvisten
los arcángeles que encima de mi sexo templan sus guitarras,
y suena sobre un pentagrama de quimeras esa cadencia antigua
que mi cuerpo baila y la boca se desnuda, se hace palabra obscena,
y sobre el estiércol del deseo el silencio proclama su victoria.
Quisiera con urgencia tallar un perfil carente de lisuras,
proyectarlo como un boceto luminoso que en días de tristeza
alumbre a esta nostalgia que bajo una piel infeliz se oculta.
Jamás huiré de la piedad aunque me niegue el vino que fluye por la sangre
y el sustento frutal que como huerto sagrado reclama mi abstinencia.
Necesito fundar otra ilusión, que progrese como una mascarada,
y que envuelva a mis proposiciones, aunque sea mentira y todo
estalle en mi dolor igual que si fuera una eclosión de primavera.
Aspiro a sentir clavado en mí tus incisivos como esa aguanieve
que sobre mí se vierte y queda reflejado un corazón en las pupilas
con su visión idílica que todo lo renueva y lo protege del naufragio.
Sólo el amor me podrá redimir de esta trinchera que al alba se despierta
como un presagio que al pulso del mediodía le desgarra y señala
los límites que llegan a donde los sueños de la infancia se han perdido.