Perder los papeles
Publicado: Vie, 28 Feb 2020 13:29
Después de la presentación,
compran, hacen cola, dedican libros,
saludan, charlan
apuran de pie las copas
y un silencio espeso
donde limpia y de cobre
cuelga la mirada
me dice en voz baja
“no la cambies nunca”
me apresuro a darle las gracias
me ayuda solícito a ponerme la chaqueta
y le entrego mi libro de poemas La Urbanización de los Oficios
lo mira y lee el prólogo
creo que se dio cuenta de la omisión
¡no se lo había dedicado!
pero no dijo nada
calló como un muerto
se limitó a esbozar una sonrisa
de labios compasivos y cejas moscovitas
qué error no dedicar el libro al maestro
sólo se me ocurre a mí
“Sublevación Inmóvil”
me lo había dedicado
y enviado a Barcelona, hace años,
no me lo perdonaré nunca
pero qué le vamos a hacer
ya es tarde…
Esta mañana subí los peldaños desgastados
de una casa de ladrillos, hasta el segundo piso, una anciana acababa de fregar el rellano de unas escaleras de madera
en la puerta de la izquierda, vivía Antonio Gamoneda
en el Crucero, un barrio ferroviario de León
golpeé la puerta con los nudillos y quise pedirle disculpas,
pero salió la anciana, despeinada, delgada y desconfiada
que fregaba y miraba por el hueco de la escalera
y me dijo con voz autoritaria,
oiga, haga el favor de no molestar,
aquí hace mucho tiempo que no vive nadie.
Me vinieron entonces imágenes de poemas
que se posaron en mi lengua:
la luna de la palangana
el silencio y las mantas el vigilante de la nieve
las cuerdas de presos...
Aquél mismo día, Antonio Gamoneda
por culpa de las caderas estudiadas de una azafata de Iberia extravió una carpeta con poemas inéditos
en el puente aéreo a Barcelona.
compran, hacen cola, dedican libros,
saludan, charlan
apuran de pie las copas
y un silencio espeso
donde limpia y de cobre
cuelga la mirada
me dice en voz baja
“no la cambies nunca”
me apresuro a darle las gracias
me ayuda solícito a ponerme la chaqueta
y le entrego mi libro de poemas La Urbanización de los Oficios
lo mira y lee el prólogo
creo que se dio cuenta de la omisión
¡no se lo había dedicado!
pero no dijo nada
calló como un muerto
se limitó a esbozar una sonrisa
de labios compasivos y cejas moscovitas
qué error no dedicar el libro al maestro
sólo se me ocurre a mí
“Sublevación Inmóvil”
me lo había dedicado
y enviado a Barcelona, hace años,
no me lo perdonaré nunca
pero qué le vamos a hacer
ya es tarde…
Esta mañana subí los peldaños desgastados
de una casa de ladrillos, hasta el segundo piso, una anciana acababa de fregar el rellano de unas escaleras de madera
en la puerta de la izquierda, vivía Antonio Gamoneda
en el Crucero, un barrio ferroviario de León
golpeé la puerta con los nudillos y quise pedirle disculpas,
pero salió la anciana, despeinada, delgada y desconfiada
que fregaba y miraba por el hueco de la escalera
y me dijo con voz autoritaria,
oiga, haga el favor de no molestar,
aquí hace mucho tiempo que no vive nadie.
Me vinieron entonces imágenes de poemas
que se posaron en mi lengua:
la luna de la palangana
el silencio y las mantas el vigilante de la nieve
las cuerdas de presos...
Aquél mismo día, Antonio Gamoneda
por culpa de las caderas estudiadas de una azafata de Iberia extravió una carpeta con poemas inéditos
en el puente aéreo a Barcelona.