Editorial Alaire

...

Me duele la estridencia de las pequeñas cosas
cuando me separan de la quietud del ensueño.

Cuando un viento impertinente aloja una brizna
que ha superado la barrera de las pestañas
hasta molestar al ojo y la mirada se interrumpe.

Cuando un grito se cuelga en el silencio
entre el vaivén de las cortinas bailando la brisa
y el pensamiento se arrumba, perdido, roto.

La piedra diminuta que entra en el zapato
y el paso cambia,
se deriva, en la ruta del bosque al acantilado.

Cuando una mano suelta tu mano
y el aire seca el contacto del deseo en la piel.

La voz que anuncia las doce mientras cae un lucero
y te encoges y ya la noche no es noche sino ausencia.

Cuando la lluvia es ruidosa sobre una hojalata
desacompasada de tu pulso y te divides
como una hoja que se desprende, cansada, sola
sobre las baldosas del patio
y los efectos resultan ser pequeñas derrotas del alma
y deseas dormir en el ritmo lento de los girasoles.

...

Siempre hay inteligencia y lucidez en tus poemas. Éste es buena muestra(hermosa la imagen final de los girasoles). Felicidades y un abrazo.

Es precioso. Pequeños y grandes avatares, que turban la paz que buscas. Te felicito.

Un poema escrito con una precisión milimétrica.
Has sabido hilar muy fino entre cada recoveco.
Para mí, de ello va el texto.
De descubrir que tenemos más de una esencia.
Un placer encontrarme con este trabajo.
Abrazos y felicidad.

Muy bueno, Ignacio. Un poema lúcido y hermoso que recrea situaciones con inteligencia.
Abrazos
Pilar

Ramón Carballal escribió:Siempre hay inteligencia y lucidez en tus poemas. Éste es buena muestra(hermosa la imagen final de los girasoles). Felicidades y un abrazo.

Gracias por la nota, Ramón. Aprecio tus lecturas y comentarios.

Un abrazo.
Ignacio

Ignacio Mincholed escribió:...

Me duele la estridencia de las pequeñas cosas
cuando me separan de la quietud del ensueño.

Cuando un viento impertinente aloja una brizna
que ha superado la barrera de las pestañas
hasta molestar al ojo y la mirada se interrumpe.

Cuando un grito se cuelga en el silencio
entre el vaivén de las cortinas bailando la brisa
y el pensamiento se arrumba, perdido, roto.

La piedra diminuta que entra en el zapato
y el paso cambia,
se deriva, en la ruta del bosque al acantilado.

Cuando una mano suelta tu mano
y el aire seca el contacto del deseo en la piel.

La voz que anuncia las doce mientras cae un lucero
y te encoges y ya lo noche no es noche sino ausencia.

Cuando la lluvia es ruidosa sobre una hojalata
desacompasada de tu pulso y te divides
como una hoja que se desprende, cansada, sola
sobre las baldosas del patio
y los efectos resultan ser pequeñas derrotas del alma
y deseas dormir en el ritmo lento de los girasoles.

...

Una maravilla, y comparto el comentario de Ramón respecto al final del poema.

Un abrazo.

Muy buen poema, Ignacio. Me gustan todos esos pequeños o grandes, según se mire, inconvenientes, si al final uno puede dormir "al ritmo lento de los girasoles".

Te felicito por tu hermosa inspiración.

Un fuerte abrazo.

Para leer este poema, compañero,dejo entrar la luz del sol
y cada una de las imágenes es un paisaje amarillo,
debe ser cosa de los girasoles...
Qué bueno, Ignacio,un verdadero placer de lectura.
Un abrazo.

" La voz que anuncia las doce mientras cae un lucero
y te encoges y ya lo noche no es noche sino ausencia."
En ese verso imagino que querías decir "ya la noche" y se coló la o.

Anita Lis escribió:Es precioso. Pequeños y grandes avatares, que turban la paz que buscas. Te felicito.

Muy amable, Anita, gracias por la nota.
Saludos.
Ignacio

Todo un periplo la vida, como el de los girasoles alrededor de si mismos, a pesar de la piedra en el zapato. Un gusto leerte.
Un abrazo.
Pepa

Simplemente maravilloso. Es un deleite gozar de estos versos. El exquisito ritmo ha dejado en mi memoria el suave movimiento de los girasoles en busca del sol, en este caso de la belleza de tu creación.
Un abrazote