Editorial Alaire

En tus palabras pasamos de largo por el futuro.
Cuando me desvestías con mirada de oxígeno, cuando te replicaba las conductas sin fuego ni calor, sustituta de todas mis preguntas, cuidadosa y concienzuda, meticulosa.
Nos faltó beber del cáliz de mi sangre.
Mojar todas mis plumas, esconder esa etapa de tormento, me demostró que sin tregua se hace inmenso el silencio.
Conquisté mis castillos en el aire, en la arena y tras esa muralla de tus ojos.
Me decían en uno y otro idioma cosas sin desperdicio.
El día que saqué la basura se convirtiió en metáfora.
Con mi desasosiego abrí un resquicio para esconder la paja de los asuntos neutros.
Equivocados, todos se apartaron cuando deshice lo que me ataba a tus razones.
¿Quién cargó con la culpa en mi conciencia abrupta?

Las verdades son como balas perdidas, imposibles de convertir en flor.
Quizá hay un tiempo para cada metáfora, para cada resquicio de tormenta.

Un abrazo, amigo; gracias por estar.

La verdad está en la conciencia.
Cuanto más vacía, mejor cumple su verdadera función.
Acercar al hombre a lo intangible.
Abrazos.

Buen escrito, Ricardo, lleno de fuerza y con un gran interés que se orienta hacia el acto literario.

Un abrazo.

Menos mal que aun queda buena gente, que sepa valorar la buena literatura.