La llama
Publicado: Lun, 30 Dic 2019 22:47
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El tiempo y el espacio tienen poco que aportar si hablamos de nuestro encuentro.
Ha podido ser en una callejuela soleada o en un escalón obviado por los urbanistas.
Ni siquiera sé si la realidad que consagró el instante puede llamarse realidad.
Fue y de eso estoy segura, consensuada por dos almas expedicionarias.
Hablo de almas, sí; la consciencia, la mente, el cuerpo, fueron accidentes del terreno virtual, cascarones indulgentes de la trama que no desearon nunca el protagonismo que llegaron a tener.
La llama fluorescente, azulada, diestra, parecía un papel mojado en vino que rompía los esquemas del conocimiento.
Candela, fuego toledano, cripta rodeada de secretos.
Mientras junio echaba los cerrojos, la lluvia se encargó de aquel tema de Serrat.
La otra llama pasaba inadvertida entre los nubarrones que colocaban el cielo a distancia.
Creo que vivió con la obsesión de calentar el corazón de los enamorados en la mesa del fondo.
El planeta desnudo pudo verlas reconocerse.
Fugitiva de los incendios, habitó un escenario en el viejo continente y algún agujero de gusano la asimiló en su contracción.
Segregada por los humores de la selva, no pudo huir de su propio espejo.
No hay ojo humano que pueda diferenciarlas cuando alumbran la primera planta.
Son siglos madurados a promesa lenta.
El tiempo y el espacio tienen poco que aportar si hablamos de su encuentro.
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El tiempo y el espacio tienen poco que aportar si hablamos de nuestro encuentro.
Ha podido ser en una callejuela soleada o en un escalón obviado por los urbanistas.
Ni siquiera sé si la realidad que consagró el instante puede llamarse realidad.
Fue y de eso estoy segura, consensuada por dos almas expedicionarias.
Hablo de almas, sí; la consciencia, la mente, el cuerpo, fueron accidentes del terreno virtual, cascarones indulgentes de la trama que no desearon nunca el protagonismo que llegaron a tener.
La llama fluorescente, azulada, diestra, parecía un papel mojado en vino que rompía los esquemas del conocimiento.
Candela, fuego toledano, cripta rodeada de secretos.
Mientras junio echaba los cerrojos, la lluvia se encargó de aquel tema de Serrat.
La otra llama pasaba inadvertida entre los nubarrones que colocaban el cielo a distancia.
Creo que vivió con la obsesión de calentar el corazón de los enamorados en la mesa del fondo.
El planeta desnudo pudo verlas reconocerse.
Fugitiva de los incendios, habitó un escenario en el viejo continente y algún agujero de gusano la asimiló en su contracción.
Segregada por los humores de la selva, no pudo huir de su propio espejo.
No hay ojo humano que pueda diferenciarlas cuando alumbran la primera planta.
Son siglos madurados a promesa lenta.
El tiempo y el espacio tienen poco que aportar si hablamos de su encuentro.
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