Informe contra mí mismo
Publicado: Dom, 22 Dic 2019 0:53
No he caído del cielo como un mesías
que anuncia los buenos tiempos venideros
con un impactante, aunque inútil sacrificio
o como un superhombre que esconde sus poderes
imitando la debilidad humana, sus ropajes,
sus palabras vanas o sus gestos ridículos
poniéndose al servicio de un bien de cartón piedra,
siempre que los malvados como de película
intentan socavar el orden pentagonal de una casa blanca.
Tampoco poseo un alter ego enmascarado
con la voz como el grito de una tormenta perfecta
que arrumba en el silencio definitivo los gastados discursos
o los perturbados desfiles, que atemoriza a las cumbres
y alegra al polvo y a las piedras.
Y nunca fundaré una escuela filosófica de asesinos natos,
cultivadores como la peste negra de la muerte sin escrúpulos,
dedicados a cosechar muescas con los sueños eternos
de hampones aficionados y de arrepentidos,
de ladrones de intimidades y de traidores,
de ángeles exterminadores y hasta de inocentes colaterales
que por azar se llevaron a la tumba la firma letal del maestro.
Diluido en la mediocridad de la mansedumbre,
solo soy un cuerpo que tiembla
y llora y sangra cuando tropieza y cae,
que teme al vacío y a los caminos de mares tenebrosos
y a las palabras hechas de viento y llama.
Y porque tengo miedo, rodeo mi vida de artefactos cotidianos
y de rejas conocidas y de horas impuestas y de leyes.
Y como sucede que me canso de ser un hombre
con cara de cárcel, ante estos versos me denuncio por ello.
que anuncia los buenos tiempos venideros
con un impactante, aunque inútil sacrificio
o como un superhombre que esconde sus poderes
imitando la debilidad humana, sus ropajes,
sus palabras vanas o sus gestos ridículos
poniéndose al servicio de un bien de cartón piedra,
siempre que los malvados como de película
intentan socavar el orden pentagonal de una casa blanca.
Tampoco poseo un alter ego enmascarado
con la voz como el grito de una tormenta perfecta
que arrumba en el silencio definitivo los gastados discursos
o los perturbados desfiles, que atemoriza a las cumbres
y alegra al polvo y a las piedras.
Y nunca fundaré una escuela filosófica de asesinos natos,
cultivadores como la peste negra de la muerte sin escrúpulos,
dedicados a cosechar muescas con los sueños eternos
de hampones aficionados y de arrepentidos,
de ladrones de intimidades y de traidores,
de ángeles exterminadores y hasta de inocentes colaterales
que por azar se llevaron a la tumba la firma letal del maestro.
Diluido en la mediocridad de la mansedumbre,
solo soy un cuerpo que tiembla
y llora y sangra cuando tropieza y cae,
que teme al vacío y a los caminos de mares tenebrosos
y a las palabras hechas de viento y llama.
Y porque tengo miedo, rodeo mi vida de artefactos cotidianos
y de rejas conocidas y de horas impuestas y de leyes.
Y como sucede que me canso de ser un hombre
con cara de cárcel, ante estos versos me denuncio por ello.