Amor sin condiciones...
Publicado: Mar, 10 Dic 2019 16:21
La vi en un bar de copas
postrada ante un vermut con boquerones;
lo escaso de sus ropas
y el par de ambos sus dones
me echaron la conciencia a los leones...
Perdí de vista el mundo,
y a ciegas me rasgué las vestiduras
del modo más inmundo;
(con ciertas cosas duras
un hombre suele hacerlo todo a oscuras...)
Me puse a sopesarlo,
y en un no quiero y sí me tiré al río
dispuesto a navegarlo;
menudo desvarío,
verán la que se armó, Dios ¡qué extravío!
Ya el coito casi en ciernes
me espolsa: -"Soy Mauricio, camionero;
pero oye, llega el viernes
y ¿qué sé yo? me altero;
¿te enseño el DNI? si quieres quiero...
Yo, asido a sendos senos,
y en éxtasis total por la sorpresa,
busqué del mal el menos
y dije: -"Ven princesa,
¿quién quiere ahora pensar con ella tiesa...?
-"Pues te ha tocado el gordo"
-gimió desatrancando "ello" del tanga-.
¡Qué cacho cuerpo tordo!
¡qué en uno dos! ¡qué ganga!
¡qué excelsa invitación a la mandanga...!
Y así fue que Mauricio
llegó a mi recoveco más oscuro
con arte y buen oficio;
gocé a rabiar, lo juro,
jamás pensé en dar casa a algo tan duro...
De postre un cigarrillo,
un golpe al esternón y mi dinero
viajando a su bolsillo;
y aun voy, vejado entero,
yo y grito al verle huir: -"Cabrón, te quiero..."
postrada ante un vermut con boquerones;
lo escaso de sus ropas
y el par de ambos sus dones
me echaron la conciencia a los leones...
Perdí de vista el mundo,
y a ciegas me rasgué las vestiduras
del modo más inmundo;
(con ciertas cosas duras
un hombre suele hacerlo todo a oscuras...)
Me puse a sopesarlo,
y en un no quiero y sí me tiré al río
dispuesto a navegarlo;
menudo desvarío,
verán la que se armó, Dios ¡qué extravío!
Ya el coito casi en ciernes
me espolsa: -"Soy Mauricio, camionero;
pero oye, llega el viernes
y ¿qué sé yo? me altero;
¿te enseño el DNI? si quieres quiero...
Yo, asido a sendos senos,
y en éxtasis total por la sorpresa,
busqué del mal el menos
y dije: -"Ven princesa,
¿quién quiere ahora pensar con ella tiesa...?
-"Pues te ha tocado el gordo"
-gimió desatrancando "ello" del tanga-.
¡Qué cacho cuerpo tordo!
¡qué en uno dos! ¡qué ganga!
¡qué excelsa invitación a la mandanga...!
Y así fue que Mauricio
llegó a mi recoveco más oscuro
con arte y buen oficio;
gocé a rabiar, lo juro,
jamás pensé en dar casa a algo tan duro...
De postre un cigarrillo,
un golpe al esternón y mi dinero
viajando a su bolsillo;
y aun voy, vejado entero,
yo y grito al verle huir: -"Cabrón, te quiero..."