Editorial Alaire

Follábamos para evitar el frío
y mordíamos la aurora boreal para no morirnos de tristeza
¿Qué es lo que había de bello en todo eso?
Tus amigas, a las que odiaba
tu familia, a la que odiaba
ciertas cosas que me hacías pensar, a las que odiaba.
Pero ahí estabamos, desnudos,
provocándanos orgasmos,
calentando macarrones:
Éramos poco más que lobos.
Y ahí seguíamos,
besándonos para provocar el canto de los cisnes,
caminando de la mano para achicar los gritos
de los desconocidos.
Mi amor, es solo supervivencia.
Mi corazón después de no verte
durante un tiempo
era menos fuerte.
También mis uñas.
Mi falta de calcio.
O esa manía de beberme dos litros de zumo de naranja en diez minutos.
O esa manía de comerte el coño a las once de la mañana.
Éramos poco más que lobos, mi amor.
Y aullábamos por la noche mientras el mundo aullaba.

me gusta tio, me gusta esta poesia
Saludos desde Barcelona

Menudo contraste, Ignacio.
Creo que es ahí donde cortan y sangran tus poemas, en ese contraste, no sé si buscado- creo que si- lingüistico.

La cruda realidad amasada esa otra realidad poética, el caso es que hay mucha madera en este bosque, mucha leña para calentarse, y no en el sentido literal del término.

Un saludo.

Luis Oroz.

Desde el título llamó mi atención. Versos afilados y filosos, de ganas y de extremos ... de esos que cortan. Muy buen poema Ignacio. Un abrazo.

Muchas gracias, un abrazo.