Editorial Alaire

El mejor chocolate de mi madre aún existe,
su aroma en meriendas y cumpleaños,
donde la razón de vivir no tenía futuro
sólo alegría del presente.

El mirador de casa recibía el abrazo del sol,
luz en ojos de infancia.
Tres tramos de escalera saludaban al paso decidido
y una puerta con cristal
comunicaba con el mundo.
Todos nos conocíamos,
conectados con un silencio conversador de vida.

Un jardín recibía la algarada del juego
y los escondites tenían la magia del cuento.
Los días transcurrían sin aroma a gas-oíl
y las calles no conocían la prisa del tranvía.
No teníamos móviles para sabernos encontrar,
nos buscábamos con una llamada al aire.

Íbamos a pie de excursión al campo, solos, sin cansancio.
(no se advertía peligro de violación o secuestro).

Crecíamos sin medirnos la altura, ni revisión de vista y oído.
Sentías crecer
al estrenar zapatos,
y su número era la medida de los años.

Ya, adultos, sigue en el recuerdo el aroma del chocolate,
los hornos de pan
y la leche recién ordeñada.

Para la historia todo en el recuerdo es cultura, análisis, observación,
sin transmitir aromas, sabores y sensaciones.

Me pregunto:
¿Qué deleitoso era el chocolate
que comía mi madre a los ocho años?

nos buscábamos con una llamada al aire.

Una vuelta a la nostalgia con momentos verdaderamente emotivos y añorados. Te felicito, Pilar, por tu sensibilidad hacia aquello que, aunque ya no ocurra, de tu corazón no se ha ido.

Un abrazo.

Me ha gustado leer tu poema, Pilar, a mí que soy más de vainilla que de chocolate, de salado que de dulce, y que añoro más mi edad presente que mi infancia. Saludos.

A mí me preparaba chocolate mi padre para desayunar. Pasé años sin poder desayunar otra cosa que no fuera chocolate caliente con pan y mantequilla...
Fascinante como se recuerdan olores y sabores y como lo plasmas en tu poema.
Un abrazo.

Delicioso poema, Pilar:

Me encanta el chocolate con pan, con churros, con bizcochos...

Esos recuerdos dorados no nos abandonan.

Un fuerte abrazo
Ana

F. Enrique escribió:nos buscábamos con una llamada al aire.

Una vuelta a la nostalgia con momentos verdaderamente emotivos y añorados. Te felicito, Pilar, por tu sensibilidad hacia aquello que, aunque ya no ocurra, de tu corazón no se ha ido.

Un abrazo.

Gracias, querido amigo, por venir y dejar tan gratas palabras.
Abrazos
Pilar

Un poema lleno de añoranza, Pilar. Yo que no añoro mi infancia y que, sin embargo, está grabada a fuego en mi mente, yo que soy más de nata que de choco. Yo que me asombro al ver como algunas infancias son tan distintas a otras, donde sí que habitaba la amenaza de todo tipo (otra cosa es que no se divulgara porque era mejor callar, pq ir a una comisaria era perder el tiempo o pq la victima estaba llena de vergüenza, o...), donde uno/a crecía antes de tiempo y los juegos de niños no hacían gracia.
Yo, te decía, también me pregunto cómo eran otras tarde de chocolate.
Muy bello tu poema.
Te felicito.

Nostalgias que hacen vibrar la luz del alma querida amiga...
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Pilar,

muy bellos recuerdos nos traes. El brillo de la infancia permanece en nosotros por siempre.

Me gusta mucho.

Un abrazo.

Pablo Rodríguez Cantos escribió:Me ha gustado leer tu poema, Pilar, a mí que soy más de vainilla que de chocolate, de salado que de dulce, y que añoro más mi edad presente que mi infancia. Saludos.

Gracias, querido amigo, por venir y dejar tu valiosa palabra.
Abrazos
Pilar

Ummm, un poema muy sabroso que nos conecta directamente con nuestra infancia.
Todo un gusto, nunca mejor dicho, leerte querida Pilar.
Un abrazo

Valle Oncina escribió:A mí me preparaba chocolate mi padre para desayunar. Pasé años sin poder desayunar otra cosa que no fuera chocolate caliente con pan y mantequilla...
Fascinante como se recuerdan olores y sabores y como lo plasmas en tu poema.
Un abrazo.

Si, los olores y sabores dejan huella
Gracias por estar.
Abrazos
Pilar

Ana Muela Sopeña escribió:Delicioso poema, Pilar:

Me encanta el chocolate con pan, con churros, con bizcochos...

Esos recuerdos dorados no nos abandonan.

Un fuerte abrazo
Ana

Compartimos sabores, querida amiga. Gracias por estar,
Abrazos
Pilar

Recuerdo cuando la vida discurría en la calle y el peligro solo consistía en la posible reprimenda por volver tarde a casa.
Evocador poema que traslada esas sensaciones de niñez a las que pudieron tener nuestros padres; supongo que debieron ser tan distintas a las nuestras como lo son las que sienten los niños de ahora.
Espero que el chocolate siga siendo un buen nexo entre generaciones.
Un gran abrazo, Pilar, y encantado de leerte con jamón y queso y un café.

Pilar:

tantos años atrás me hiciste viajar con tu tierno poema!...

Sentías crecer
al estrenar zapatos,
y su número era la medida de los años.

Sigo con mi chocolate, sigo; pero no es como el chocolate que me servía mi madre; es simplemente chocolate; le falta el agregado del amor...
Me gustó mucho tu poema.
Un beso.