Editorial Alaire

Si quisieras dejar en blanco este lugar tan concurrido
tendrías que hundir una pala en el ojo sepultado
y arrojar su carne al cielo. No es verdad
que haya un ojo ahí abajo. Basta con romper la costra,
ver los granos de tierra volando y desbautizarlos
uno por uno hasta hacer una masa con el verbo.
Palada voladora, recinto que estalla, amor disuelto,
maná que vuelve de la lengua a cada uno de los puntos cardinales
donde una sombra espera su fragmento para desplomarse.
Verías entonces a los ángeles descoyuntándose en un fulgor absoluto
las espadas mezcladas con las bocas, los cabellos unidos a las alas,
las letras de sus nombres caídas y desordenadas bajo el umbral de cada puerta
golpeada por el abrirse y el cerrarse sin memoria. No es verdad
que los ángeles vayan a hacer eso.
Es sólo una amenaza de la libertad.

Me ha gustado mucho tu poema, Bruno, veo que sigues exhibiendo una forma excelente.

Un abrazo.

Yo tampoco creo eso de los ángeles y como tú, doy más crédito a tu apunte.
Enhorabuena.

Excepcional poema, Bruno:

Cada uno de tus poemas me deja pensando.

Un beso grande
Ana

Muchas gracias por generosidad, F.Enrique.
Abrazos.

Bueno, Antonio, la verdad es que yo sí creo un poquito. Por eso digo que no se atreverían a una mostración pura, ni ellos ni la libertad. Al menos a mí me conducirían a la autoaniquilación.
Gracias por tu lectura.
Abrazos.

Muchas gracias,Ana. La verdad es que cada vez me cuesta más expresarme, pero bueno, ahí ando.
Un beso grande para ti.

Hermoso e interesante trabajo, amigo Bruno.
Abrazos.

Muy buen poema , Bruno. De los que se repite y se vuelve a repetir su lectura.

Es sólo una amenaza de la libertad. Me gusta mucho esta impronta atrapada en el barro, iniciada en el asfalto y tenuemente golpeada en la materia. Los ángeles (sin la suerte de tener un cuerpo) sueñan con las hazañas del humano, con su pasos obligados por las zapatillas voladoras. La palabra no desiste en su misión de vislumbrar.

Gracias por crear, querido Bruno.

Abrazos.

Bruno Laja escribió:Si quisieras dejar en blanco este lugar tan concurrido
tendrías que hundir una pala en el ojo sepultado
y arrojar su carne al cielo. No es verdad
que haya un ojo ahí abajo. Basta con romper la costra,
ver los granos de tierra volando y desbautizarlos
uno por uno hasta hacer una masa con el verbo.
Palada voladora, recinto que estalla, amor disuelto,
maná que vuelve de la lengua a cada uno de los puntos cardinales
donde una sombra espera su fragmento para desplomarse.
Verías entonces a los ángeles descoyuntándose en un fulgor absoluto
las espadas mezcladas con las bocas, los cabellos unidos a las alas,
las letras de sus nombres caídas y desordenadas bajo el umbral de cada puerta
golpeada por el abrirse y el cerrarse sin memoria. No es verdad
que los ángeles vayan a hacer eso.
Es sólo una amenaza de la libertad.

Donde estes, Bruno, todo es verdad. Uno de los poemas a la conciencia iluminada. Siempre,Bruno, siempre. ERA