Oncina
Publicado: Mar, 12 Nov 2019 18:24
Angosto arroyo que llaman
en su llanura el Oncina
riegas de lodo los yermos,
no nos curas la sequía.
Mueres al filo del Esla,
sin madurar finalizas,
sobre la cuenca del Duero
cuidas la Pulcra Leonina.
Las aguas que te discurren
merman, recorren y expiran,
con su poco cauce riegan
apacibles y tranquilas
al son de ráfagas secas,
capricho del duro clima.
Exiguo todo el verano
no reverdeces espigas,
los trigales tú los tiñes
de pinturas amarillas.
Ves de lejos la ciudad
escondido entre las viñas,
nombras completo a tu valle,
bellas tierras, Valdoncina.
Han de cantar tus susurros,
ramas de tiemblos que silban,
entre croares y trinos
acompasan a la brisa
reflejados sobre acequias
los chopos de hoja cobriza.
No soy nadie sin tu paso,
nunca busqué compañía,
me brindaste con silencio
la más grata camarilla.
Cómo botaban las piedras
en superficie tranquila,
resguardaban los remansos
aquellas balas perdidas,
encontraba en tus juncales
el balón que se extravía.
Suspiraba junto a ti
por los besos de una niña,
a la sombra de negrillos
donde al fin los sentiría.
Besos de niñez ingenua,
caricias del Río Oncina.
en su llanura el Oncina
riegas de lodo los yermos,
no nos curas la sequía.
Mueres al filo del Esla,
sin madurar finalizas,
sobre la cuenca del Duero
cuidas la Pulcra Leonina.
Las aguas que te discurren
merman, recorren y expiran,
con su poco cauce riegan
apacibles y tranquilas
al son de ráfagas secas,
capricho del duro clima.
Exiguo todo el verano
no reverdeces espigas,
los trigales tú los tiñes
de pinturas amarillas.
Ves de lejos la ciudad
escondido entre las viñas,
nombras completo a tu valle,
bellas tierras, Valdoncina.
Han de cantar tus susurros,
ramas de tiemblos que silban,
entre croares y trinos
acompasan a la brisa
reflejados sobre acequias
los chopos de hoja cobriza.
No soy nadie sin tu paso,
nunca busqué compañía,
me brindaste con silencio
la más grata camarilla.
Cómo botaban las piedras
en superficie tranquila,
resguardaban los remansos
aquellas balas perdidas,
encontraba en tus juncales
el balón que se extravía.
Suspiraba junto a ti
por los besos de una niña,
a la sombra de negrillos
donde al fin los sentiría.
Besos de niñez ingenua,
caricias del Río Oncina.