De los fuegos del amor, de sus cenizas
Publicado: Lun, 11 Nov 2019 22:18
I
Se acortan cada noche las distancias
pintando en tu ventana corazones
que habitan en mi verso, en mis canciones,
que estallan con tus luces y fragancias.
Acudo enamorado a tus estancias
con un presente lleno de ilusiones
y anulo tu tristeza y sus razones
por una vida plena en abundancias.
Deseo ya tu cuerpo y sus delicias,
tu vida que es la mía unida a fuego
envuelta en llamaradas de futuro.
Te ofrezco mi universo de caricias,
asilo entre mis brazos palaciego
y, sin dudarlo, eterno amor te juro.
II
Alumbras con tus ojos mi ceguera
mostrándome el camino del amor,
pues temo al Mr. Hyde, cruel cazador,
que dentro de mi ser inquieto espera
su instinto carnicero a la primera
doncella virginal que, con ardor,
provoque con su aroma embriagador
los ávidos embates de la fiera.
Soy cúmulo de engaños y traiciones,
puñales que se clavan en tu espalda
y rompen en pedazos nuestro idilio.
No encuentro solución a mis pasiones
y tenue es tu mirada de esmeralda.
Amada, con mi muerte iré al exilio.
III
Cerezas en un plato, corazones
que laten al compás de mil abrazos
y besos y caricias, mis pasiones;
almendras de esmeraldas, tus ojazos.
Rubíes internándose en tu boca
rocían de lujuria tus baluartes,
seísmo que al instinto le provoca
reclamos de tu cuerpo por mis artes.
Nutriendo de suspiros la contienda,
dos cuerpos se devoran en un juego
de danza y contorsión para que prenda
la llama del amor con un gran fuego
de lava y conmoción, se expande el alma;
más tarde, la quietud de un mar en calma.
IV
Lanzó un Cupido ciego aciaga flecha
causando a dos amantes cruel destino,
tragedia en la que escrita está la fecha
con que la muerte invade su camino.
Muy rica era Isabel, la bella amada
de Juan, un caballero en la indigencia.
Un lustro se mantuvo inmaculada
y el joven, que buscaba la opulencia,
a tiempo no evitó, ¡fatal error!,
el desposorio infausto de su anhelo
con otro pretendiente. Un gran dolor
al pobre Juan dejó muerto en el suelo.
Un beso de aflicción le dio Isabel
dejándose la vida junto a él.
V
No puedo definir con un vocablo
la hoguera que provoca tu mirada
trocando ya mi cuerpo en llamarada
de lengua trepadora y de venablo.
El Etna, de Pompeya fue su diablo;
mas toda tú el averno, cruel amada,
despiertas ya mi fiera enamorada
y, osado, fiel me acerco a tu retablo
dorado y de marfil, de jade y seda.
Descubro tu secreto relicario
que beso con dulzura contenida
y sigo hacia tu norte la vereda
de rosas y jazmines, tu santuario,
cerrando con mi acero la salida.
La carne enardecida
derriba resistencias suplicantes
y en fuego envueltos arden los amantes.
VI
La llama se apagó, pero el deseo
latente permanece, sin contorno;
espera su ave fenix, su retorno
al nuevo amanecer de su apogeo.
La muerte ha secuestrado al fiel Romeo,
que solo es vil despojo sin adorno.
¿Julieta?, una ilusión, dulce trastorno
jugando a ser real con su aleteo.
Los besos se evaporan por la ausencia
de estrellas en la senda de un amor
que, sin rescoldos, presto va al olvido
si la vacía y lóbrega indolencia
se adueña de la vida y su color;
mas fuerte es del anhelo su latido.
Se acortan cada noche las distancias
pintando en tu ventana corazones
que habitan en mi verso, en mis canciones,
que estallan con tus luces y fragancias.
Acudo enamorado a tus estancias
con un presente lleno de ilusiones
y anulo tu tristeza y sus razones
por una vida plena en abundancias.
Deseo ya tu cuerpo y sus delicias,
tu vida que es la mía unida a fuego
envuelta en llamaradas de futuro.
Te ofrezco mi universo de caricias,
asilo entre mis brazos palaciego
y, sin dudarlo, eterno amor te juro.
II
Alumbras con tus ojos mi ceguera
mostrándome el camino del amor,
pues temo al Mr. Hyde, cruel cazador,
que dentro de mi ser inquieto espera
su instinto carnicero a la primera
doncella virginal que, con ardor,
provoque con su aroma embriagador
los ávidos embates de la fiera.
Soy cúmulo de engaños y traiciones,
puñales que se clavan en tu espalda
y rompen en pedazos nuestro idilio.
No encuentro solución a mis pasiones
y tenue es tu mirada de esmeralda.
Amada, con mi muerte iré al exilio.
III
Cerezas en un plato, corazones
que laten al compás de mil abrazos
y besos y caricias, mis pasiones;
almendras de esmeraldas, tus ojazos.
Rubíes internándose en tu boca
rocían de lujuria tus baluartes,
seísmo que al instinto le provoca
reclamos de tu cuerpo por mis artes.
Nutriendo de suspiros la contienda,
dos cuerpos se devoran en un juego
de danza y contorsión para que prenda
la llama del amor con un gran fuego
de lava y conmoción, se expande el alma;
más tarde, la quietud de un mar en calma.
IV
Lanzó un Cupido ciego aciaga flecha
causando a dos amantes cruel destino,
tragedia en la que escrita está la fecha
con que la muerte invade su camino.
Muy rica era Isabel, la bella amada
de Juan, un caballero en la indigencia.
Un lustro se mantuvo inmaculada
y el joven, que buscaba la opulencia,
a tiempo no evitó, ¡fatal error!,
el desposorio infausto de su anhelo
con otro pretendiente. Un gran dolor
al pobre Juan dejó muerto en el suelo.
Un beso de aflicción le dio Isabel
dejándose la vida junto a él.
V
No puedo definir con un vocablo
la hoguera que provoca tu mirada
trocando ya mi cuerpo en llamarada
de lengua trepadora y de venablo.
El Etna, de Pompeya fue su diablo;
mas toda tú el averno, cruel amada,
despiertas ya mi fiera enamorada
y, osado, fiel me acerco a tu retablo
dorado y de marfil, de jade y seda.
Descubro tu secreto relicario
que beso con dulzura contenida
y sigo hacia tu norte la vereda
de rosas y jazmines, tu santuario,
cerrando con mi acero la salida.
La carne enardecida
derriba resistencias suplicantes
y en fuego envueltos arden los amantes.
VI
La llama se apagó, pero el deseo
latente permanece, sin contorno;
espera su ave fenix, su retorno
al nuevo amanecer de su apogeo.
La muerte ha secuestrado al fiel Romeo,
que solo es vil despojo sin adorno.
¿Julieta?, una ilusión, dulce trastorno
jugando a ser real con su aleteo.
Los besos se evaporan por la ausencia
de estrellas en la senda de un amor
que, sin rescoldos, presto va al olvido
si la vacía y lóbrega indolencia
se adueña de la vida y su color;
mas fuerte es del anhelo su latido.