Tres sonetos blancos para una poeta
Publicado: Vie, 01 Nov 2019 19:53
A una poeta.
Es tu ritmo elegante y descuidado,
pleno de acompasados movimientos
con acento preciso en el vaivén.
Eres poeta sin papel ni voz.
Por qué niegas que seas poesía
si trazas en el aire las imágenes
de la metáfora con cada equívoco
y me colmas de fe cuando sonríes.
Confieso mi caída en las injurias
de los que ven poemas entre sábanas
y no pido perdón por la blasfemia.
Sabes que nunca quise ser hereje
de mis propias creencias y si abjuro
es por haber sufrido la verdad.
A una musa entre poemas
Hay un lugar común para nosotros
en el ayer, también en el mañana:
el hoy entre poemas, cuando escribes
adornando de ahoras el futuro.
La zona de confort que se establece
cuando abordo mentiras en sonetos
como si fuesen tuyos y supiera
imitar el despliegue de tu arte.
Pero sé que no falta aprobación
por tu parte y, benévola, desnudas
la culpabilidad de mi placer
como si traducir tu poesía
a mi lengua mortal fuera sencillo
y tus ecos sonasen sobre mí.
A una escritora
Ha llegado el momento de la calma,
hora para leer y disfrutar
de la auténtica tú; la que se esconde
detrás de una pantalla a contraluz,
la que siembra mi vida con su prosa,
la de sonrisa libre y verso blanco,
la que no narra nunca sus tristezas
y prefiere llorarlas entre líneas.
Tú, la que resplandeces a lo lejos,
la que quema pupilas con su brillo,
la que escribe los sueños que merece,
la que no duerme sola ni con nadie,
la que creyó su magia prescindible
hasta encontrar un freno a su dolor.
Es tu ritmo elegante y descuidado,
pleno de acompasados movimientos
con acento preciso en el vaivén.
Eres poeta sin papel ni voz.
Por qué niegas que seas poesía
si trazas en el aire las imágenes
de la metáfora con cada equívoco
y me colmas de fe cuando sonríes.
Confieso mi caída en las injurias
de los que ven poemas entre sábanas
y no pido perdón por la blasfemia.
Sabes que nunca quise ser hereje
de mis propias creencias y si abjuro
es por haber sufrido la verdad.
A una musa entre poemas
Hay un lugar común para nosotros
en el ayer, también en el mañana:
el hoy entre poemas, cuando escribes
adornando de ahoras el futuro.
La zona de confort que se establece
cuando abordo mentiras en sonetos
como si fuesen tuyos y supiera
imitar el despliegue de tu arte.
Pero sé que no falta aprobación
por tu parte y, benévola, desnudas
la culpabilidad de mi placer
como si traducir tu poesía
a mi lengua mortal fuera sencillo
y tus ecos sonasen sobre mí.
A una escritora
Ha llegado el momento de la calma,
hora para leer y disfrutar
de la auténtica tú; la que se esconde
detrás de una pantalla a contraluz,
la que siembra mi vida con su prosa,
la de sonrisa libre y verso blanco,
la que no narra nunca sus tristezas
y prefiere llorarlas entre líneas.
Tú, la que resplandeces a lo lejos,
la que quema pupilas con su brillo,
la que escribe los sueños que merece,
la que no duerme sola ni con nadie,
la que creyó su magia prescindible
hasta encontrar un freno a su dolor.