Editorial Alaire

Marius Gabureanu escribió:Yo pude haberme muerto de una muerte cúbica
como la de los payasos
que se despiertan con el maquillaje derretido,
con dos ríos turbios en la cara
e intentan inútilmente hacer balones de jabón
cuando sus pulmones ya no sueñan el aire
y quieren saltar por los círculos de fuego de su soledad
y frotan del espejo su sangre diabética,
yo pude haberme muerto de una muerte con mandíbulas cuadradas
y llena de espinillas como las que dibujan, a veces,
los niños después de ser testigos de un cielo que llueve y no llueve al mismo tiempo,
sí que puede haberme muerto de esa muerte que busca a los que no están
disfrazada grandiosamente de aguja
o de polen que se cierne entre besos confusos,
o morirme de una infinidad de lágrimas sin bandera,
como todos los padres.
Pero preferí la eutanasia larga de los que contemplan una ventana helada
a sabiendas de que los relojes marcan solamente el tiempo que no es,
y colecionar mariposas de insomnio
de los bosques de plomo de una canción anónima;
y ahora, que todos los crepúsculos se parecen a mi sangre,
hago de payaso en la celda furtiva de mi infancia
y, al otro lado de las rejas,
hay muertes que se devoran entre sí,
copos de nieve que, al rozarse,
no llegan a tocar suelo
porque están creando su olvido.

Marius Gabureanu escribió:Yo pude haber muerto de una muerte cúbica
como la de los payasos
que se despiertan con el maquillaje derretido,
con dos ríos turbios en la cara
e intentan inútilmente hacer balones de jabón
cuando sus pulmones ya no sueñan el aire,
y quieren saltar por los círculos de fuego de su soledad,
y frotan del espejo su sangre diabética.
Yo pude haber muerto de una muerte con mandíbulas cuadradas
y llena de espinillas como las que dibujan, a veces,
los niños después de ser testigos de un cielo que llueve y no llueve al mismo tiempo.
Sí que puede haber muerto de esa muerte que busca a los que no están
disfrazada grandiosamente de aguja
o de polen que se cierne entre besos confusos,
o morirme de una infinidad de lágrimas sin bandera
(como todos los padres)
Pero preferí la eutanasia larga de los que contemplan una ventana helada
a sabiendas de que los relojes marcan solamente el tiempo que no es,
y coleccionar mariposas de insomnio
de los bosques de plomo de una canción anónima.
Y ahora, que todos los crepúsculos se parecen a mi sangre,
hago de payaso en la celda furtiva de mi infancia
mientras, al otro lado de las rejas,
hay muertes que se devoran entre sí,
copos de nieve que, al rozarse,
no llegan a tocar suelo
porque están creando su olvido.