(Conversaciones con Laura)
Seamos, Laura mía, dos hermanitos, dos amantes que se aman tiernamente y, por ello, necesitan la Poesía. Dios es inefable, con todo lo sublime que ello conlleva; Miguel Ángel le puso el rostro que retenemos en la mente. Tu amor a Dios nunca llegó a apagarse.
Fútbol de ahora y de siempre.
El Madrid perdió, en juego, por aplastamiento ante el mejor equipo del mundo, pero supo sufrir para imponer su destino; ha enriquecido la Champions (y su leyenda), la gane o no la gane este año. Cuidado con el Bayern, espero que el Madrid no juegue como ante el City. Por penaltis no siempre sale cara. Hace falta hacer un fútbol que reivindique y justifique la presencia de Joselu.
El fútbol, los foros, los bares son el último refugio de la poesía. Ahí estás tú, Laura, con tu ausencia. No eres poeta; eres Poesía. Fui (o soy) tu musa despiadada, pero musa, al fin y al cabo. Hasta el poema de tu niñez es una consagración del amor que vendría.
islas sin recuerdos en un archipiélago aislado,
una rosa sin pétalos en el jarrón del olvido,
un grito en las tinieblas,
somos la mirada abstracta
de un sueño figurativo que no ha nacido,
el despertar de un monstruo inocente que muere
entre las pesadillas del hombre de la calle.
Ya conozco los latidos de estos tiempos modernos,
ya he bebido la sed de un amor
que no brilla ni se apaga,
se derrumbaron los muros, me dijiste,
pero sigue la barrera entre tú y yo
cuando hablamos del silencio,
de las incomunicaciones telemáticas,
de tu tarjeta sin firma que se pierde
en la nube querida de la infancia.
Somos la arena violenta que golpea
en el rostro de un niño dormido para siempre
en el cementerio de la playa,
aquellos que no escuchan a los muertos
que vagan por los periódicos,
llegamos siempre tarde al último combate
sosteniendo en los ojos que se cierran
una sonrisa amplia que bendice
los fusiles de la gloria, la libertad encadenada,
el hacha sin mango que agita el guante del verdugo.
(13 de mayo de 2019)