Sansón y Dalila

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Pablo Rodríguez Cantos
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Sansón y Dalila

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Fábula de Sansón y Dalila

[1] ¿Cómo cantar el hoy de la poesía
con voz de ayer y renovada horma
si, inasible, al igual que la energía,
no nace o muere, sólo se transforma?
Insólito mester de clerecía
que traslada, al arbitrio de la norma,
—si judíos, cristianos ya, conversos
sin bautizar— versículos en versos.

[Anunciación]

[2] Terror de Adán, arcángel de misterio,
vino a Sorá conculcador de Baco,
y, de Baal burlando el cautiverio,
hembra de Dan imprime afrodisiaco;
su plenitud cercena al climaterio,
transparente barbecho torna opaco,
en pañales volviendo la mortaja
a condición de abstemia de navaja.

[3] Virga y virtud desmiente no fiado
imposible el anciano genitivo
tanto que, concedido, es revocado
el nuevo Adán, que no el definitivo;
del mismo, es por primera vez salvado,
que de afán es segundo a ella motivo:
«Pámpanos ricen sobrios de impureza
el inculto jardín de su cabeza».

[4] Y así, en inspiración supra natura,
se alejaba fumando el mensajero
en presunción de lícita impostura
sobre el antaño hogar aflicto y huero;
comprendidos los cónyuges, ventura
de cebones inmolan que, de fuero,
del holocausto ascienden espirales
a lo excelso quebrando los cristales.

[5] Treinta pascuas comió la primavera,
maná brillante en el celeste suelo;
treinta, el toro mendaz mugió en espera
de femenil zafiro en doble cielo;
creció, del justo más que la palmera,
la intonsa barba, el implicado pelo,
que en el de más vigor fuertes germinan
de los que contra la pared orinan.

[Exposición: tema de Sansón]

[6] ¡Quién es éste —potencia sobrehumana,
truena su aliento si su tronco llueve—
que a medirse, robusto en la mañana,
con los cedros del Líbano se atreve!
¡Búfalo del Sarión, fiera que, hircana,
al brinco de su voz trunca y conmueve
descuajados los robles en pedazos,
al cuerpo, troncos; a la selva brazos!

[7] Frondosa cabellera no curada,
o hilado mar o vagueante flora,
que de su frente pende ensortijada,
silvestre Babilonia es que decora,
superna, decadente, perfumada
barba que en mil meandros se demora,
mirra fragante, en flor que, áloe bruñida,
nace nocturna y muere amanecida.

[8] Mapa de selvas, montes y torrentes
es su cuerpo, de escala tan gigante
que a su sombra se esconden subyacentes
el Hermón, el Mar Muerto y el atlante;
bebe el Jordán —horror es de sus fuentes—
si todo un sol lo azota rutilante;
pero otra sed que mitigar no sabe
lo instiga aguda y lo reprime grave:

[Exposición: tema de Dalila]

[9] copia de luna negra que destila
su virginal galope, es filistea
del no podado vástago, Dalila,
envidia de las ninfas de Judea;
a su vigor somete y encandila
su insinuación de sístole que airea
—paisaje de azabache— alados tules
de verdes filigranas y de azules.

[10] Acre perfuma el ámbar el sabeo
—con suavidad sacrílega, su mano,
caricia del Egipto y del Egeo—
el templo de su cuerpo soberano;
reyes de Tarsis, siervos del deseo
por su vientre, le ofrendan, mas en vano,
incalculable ofir a sus sortijas,
hebras de noche y múrices prolijas.

[11] ¡Que le traigan las llamas del Carmelo
heladas por la lumbre de sus ojos!
¡Y las de Tiro estrellas del subsuelo,
pardos rubíes a sus labios rojos!
Ejércitos, las perlas por su pelo
al firmamento abrumen entre enojos
por competir en trance de rocío
con el invierno de su vulto frío.

[Desarrollo: canto de Sansón]

[12] Canta la noche sobre Filistea
afinando en la altura sus destellos;
el valle de Soreq danza y ondea
cinturas de agua y vegetales cuellos;
eco y espejo al yermo el cielo sea
—nalgas o dunas, pechos o camellos—
por el ritmo lanzando de la brisa
el canto justo, la oración precisa.

[13] «Diva pagana, tú, que el alma adora,
tiemblan los querubines a tu paso,
arca de mi ilusión hora tras hora
desde el orto del sol hasta su ocaso;
y cuando más la luna es seductora,
eyaculada radios por su raso,
tronos, dominaciones, potestades
convertidos a ti rinden deidades.

[14] »Yugo suave, carga llevadera,
no tanto vinculó ley a mi raza
como tu omnipotencia si, severa,
blanda me ignora o dura me rechaza;
llorando dentro y derramando fuera,
árbol en crecimiento de mostaza,
escucha mi salterio que, a su pulso,
a mi pecho es concorde voz convulso.

[15] »No habría quedado Adán tan pretendido
por la astuta serpiente fantasiosa
si en medio del jardín, costado herido,
tu carne hubiese visto apetitosa.
Tú, más que el pomo de El que es prohibido,
eres la tentación más poderosa:
dejar de los manzanos el manzano
por el árbol mejor de fruto humano.

[16] »No el parricida primordial pudiera,
que de la esfinge desveló el enigma,
esclarecer con ciencia verdadera
y proclamar, libertador querigma,
el que a su orgullo limpiamente fuera,
si no mortal, devastador estigma:
"del voraz comedor salió alimento
y dulzura, del rudo sentimiento".

[17] »Nuestro padre Abraham no tanto fuese
por la promesa estrellas agraciado
como este sol si ardido amaneciese
a tu nocturno tálamo esposado.
Por más ventaja que a su nieto dése,
más te seré yo tronco renovado
que en número a la arena casi alcanza,
Raquel del sur, Saray sin alianza.

[18] ȃmulo no de Heracles ni segundo,
que del Nemeo requirió armadura,
temor de los confines soy del mundo
aplaudido del mar por mi bravura;
osario ayer, el hoy panal fecundo,
es dulce galardón a mi aventura,
que nunca dado fue el monoteísmo
al premio alado del catasterismo.

[19] »No tanto de Moisés la zarza ardía,
del Sinaí en la cúspide abrumada
como mi corazón en su osadía
de requebrar tu infinitud sagrada;
mientras aquélla no se consumía,
éste se asfixia en tórrida nevada
escritos en las tablas de mi pecho
tus muslos con razón y sin derecho.

[20] »Soy el becerro que a tu vista funde,
tú, el ídolo rendido a mi plegaria
que a mi oración tan misterioso infunde
cobre bruñido y plata solitaria;
tu presencia es trigal que aurado cunde
como vino y aceite de Samaria,
mas si te alejas llorarán los ríos
por el desierto de los ojos míos.

[21] »¡Qué dulce al paladar es tu belleza,
estilo de los templos celestiales,
esperanza al sheol en su crudeza,
ensueño de mordiscos y panales!
Las olas van contando tu riqueza
rompiendo por mis playas animales
mientras que yo, contigo conformado,
sufro feliz, resisto erosionado.

[22] »¿Te va a alabar el oro de la Arabia,
te adornarán marfiles del oriente
cuando —insolencia, la que más te agravia—
ávidos por besar, besen tu frente?
¡Déjalos perecer bajo su rabia!
(Bien sabes eclipsar al sol fulgente).
Pero no apagues en mi pensamiento
el desnudo carnal de mi tormento.

[23] »Tú me hieres y, amor, vendas mi herida,
me azotas y, a la vez, te compadeces;
eres la luna llena, antes crecida,
cuarto menguante si desapareces;
eres tormenta asaz enfurecida
y empapada llovizna tantas veces,
misterio de mi cálculo y locura
y piadosa crueldad que brilla oscura.

[24] »Mujer valiente de mujer valiente,
ante tu sola voz de seis trompetas,
la de mi Jericó muralla es puente,
cervatillo, mi cuerpo a tus saetas;
cervatillo guiado hasta la fuente
tan solo por la sed de los planetas;
¡ven conmigo al desierto y, tras mi ecfrasis,
yo sembraré tu vientre en un oasis!»

[25] Duerme la noche sobre Filistea
afilando en la altura sus destellos;
el valle exulta, el monte serpentea
librando al aire alados sus cabellos.
Mas, ¿qué le ocurre al mar, que titubea,
y huye, erizado el lomo de sus vellos?
¿Y a ti, Jordán, que encabritado saltas
hasta espumar las cumbres las más altas?

[Reexposición]

[26] ¡Quién conoció el instante —noche triste,
él tan rendido a ella como al sueño—
en que, incapaz novillo que resiste,
oveja es grande a esquilador pequeño!
Hoja la luna de metal se viste
—copa de plata, tronco marfileño—
que noche alterna y día y, afilada,
se hunde en la selva y surge no eclipsada.

[27] Negras borrascas, vórtices valientes
del sólido ciclón de su melena
al filo de la aurora relucientes
son melismas que el gallo desordena;
pálidos nublos —antes inclementes
tormentas— finos en feroz cadena
hacen largas caricias enroscadas
que falanges impiden y miradas.

[28] Una sima lo anuncia a la otra sima
—voz de torrente y grito de cascada—:
¡el monte destronado de su cima
y el mar extinto de su marejada!
Devasta al mediodía la calima,
peste funesta, flecha desviada.
Y Dalila en la urdimbre de la rueca
corta la trama y el oasis seca.

[29] Nunca la oscuridad reinó tan dura,
a la noche los ojos tan abiertos,
estando el sol al culmen de su altura
brillando por la sal de los desiertos;
la sal que brota roja y baña impura
sus miembros deprimidos, si no muertos,
en sacrílega ofrenda que prepara
otra en que él mismo es víctima y es ara,

[30] sacerdote también —que lo fue luego
no de Leví— según su propio rito:
templo pagano, espíritu y no fuego,
no desmembrado toro, sí contrito.
Jacob por vista e Isaac por ciego,
de El que es amado y de Baal maldito,
al holocausto apila en un instante
magnos robles de mármol fulminante.
λίθον ͑ον απεδοκίμασαν ͑οι οικοδομουντες
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