Un violín y un rincón
Publicado: Dom, 01 Sep 2019 1:15
En los confines del cerebro
junto a una escalera escalpada,
un violín entregado a sus cuerdas
y un rincón desolado por la falta de compañía.
En aquellos lugares donde el agua penetra
hasta alborotar la imagen,
llenar de humedad un ayer ahogado
o visitar un mar decapitado en un atlas imaginario.
En cualquier fantasía
con un libro lleno de dibujos de orfandad
o una historia dislocada y alocada,
donde las hadas pierden la batalla
y la bruja sorprende con su bondad.
En ese pueblo lleno de arrugas,
de crespones negros y lazos de pésame,
con falta de chillidos y rabietas en sus calles
y con una hora parada y sin cuerda.
A ese calendario cuyos días no se repiten,
los meses nunca son iguales
y el año espira
como espira definitivamente la luz de los ojos.
Y…, esa cascada,
dibujando día tras día la misma imagen refrescante,
siguiendo el mismo sendero,
el mismo camino,
pero encadenada al mismo sol,
a la misma luna,
a esos luceros enamorados de las estrellas,
a esta lógica sin lógica,
razón sin razón,
locura por locura.
Este, mi yo,
imparcial, racional, irónico y perturbado,
con la misma sonrisa,
el mismo malestar y la misma expresión,
tan insolente como esa piel deteriorada día a día,
estos ojos que ya dejaron de hablar,
o esos besos que ya no flotan,
por unos labios rotos por dejar de besar,
por estas manos sin nada por entregar
sin nada que recibir,
y estos días,
sin nada por cabalgar,
por mucho que sentir sin apenas respirar.
El sonido de un violín,
el rincón de una vida.
junto a una escalera escalpada,
un violín entregado a sus cuerdas
y un rincón desolado por la falta de compañía.
En aquellos lugares donde el agua penetra
hasta alborotar la imagen,
llenar de humedad un ayer ahogado
o visitar un mar decapitado en un atlas imaginario.
En cualquier fantasía
con un libro lleno de dibujos de orfandad
o una historia dislocada y alocada,
donde las hadas pierden la batalla
y la bruja sorprende con su bondad.
En ese pueblo lleno de arrugas,
de crespones negros y lazos de pésame,
con falta de chillidos y rabietas en sus calles
y con una hora parada y sin cuerda.
A ese calendario cuyos días no se repiten,
los meses nunca son iguales
y el año espira
como espira definitivamente la luz de los ojos.
Y…, esa cascada,
dibujando día tras día la misma imagen refrescante,
siguiendo el mismo sendero,
el mismo camino,
pero encadenada al mismo sol,
a la misma luna,
a esos luceros enamorados de las estrellas,
a esta lógica sin lógica,
razón sin razón,
locura por locura.
Este, mi yo,
imparcial, racional, irónico y perturbado,
con la misma sonrisa,
el mismo malestar y la misma expresión,
tan insolente como esa piel deteriorada día a día,
estos ojos que ya dejaron de hablar,
o esos besos que ya no flotan,
por unos labios rotos por dejar de besar,
por estas manos sin nada por entregar
sin nada que recibir,
y estos días,
sin nada por cabalgar,
por mucho que sentir sin apenas respirar.
El sonido de un violín,
el rincón de una vida.